Cerritos Bayos y cordillera de Domeyko

Monstruos marinos y descubrimientos perdidos

La Formación Cerritos Bayos y otras zonas cercanas a ella, como Quebrada El Profeta, Formación Cerro Campamento, Quebrada San Pedro, Quebrada Aquada Chica y Quebrada Corral, cuentan con diversos vestigios de vertebrados datados para el período Jurásico, perteneciendo la mayoría al Oxfordiano (161.2-155.7 m.a.), época en la que este lugar presentaba un ambiente costero regresivo, evidenciado por la presencia de múltiples formas de invertebrados como ammonoideos, bivalvos, gasterópodos y gusanos tubícolas calcáreos (Otero, 2022). Los primeros estudios en el lugar fueron llevados a cabo por el científico alemán Walter Biese, quien reportó una gran cantidad de fósiles hallados por él en su obra "El Jurásico de Cerritos Bayos", publicada en 1961, sin embargo, muchos de los materiales referidos en dicho documento han sido extraviados y se desconoce su repositorio actual, aunque varios de los clados reportados en dicho informe han sido corroborados en años recientes a partir de nuevos vestigios encontrados en el sitio (Biese, 1961; Arratia, 2015; Otero, 2022).

Uno de los reportes más interesantes que realizó Biese en su obra fue el de supuestos restos no especificados de un gran terópodo, los cuales fueron asignados por él a la familia Megalosauridae, siendo además datados para el Calloviano Inferior (Biese, 1961), años más tarde, Casamiquela (1967) volvería a hablar sobre este hallazgo, estableciendo que probablemente se trataba de un gran carnívoro de unos 8 metros de largo. Por desgracia, Walter Biese nunca realizó una descripción más detallada de estos fósiles y, tras su muerte, su esposa donó gran parte de su colección a un museo en el extranjero (Institución Smithsoniana) y el resto fue entregado al Servicio Nacional de Geología y Minería (materiales que acabarían extraviados), por lo que en la actualidad no hay forma de verificar la clasificación que hizo (Arratia, 2015; Rubilar-Rogers et al., 2017). A partir de lo anterior, se podría especular que, tal vez, este científico intentó utilizar el término de "megalosaurio" para referirse simplemente a un terópodo grande, pues antaño se empleaba esta clasificación para agruparlos (fue tras varios años que fue reconocida como una familia independiente), aunque dicha forma de agrupar había quedado obsoleta en su época (Larramendi y Molina, 2016), además, hay que tener en cuenta que se ha confirmado la presencia de miembros de Megalosauridae en Sudamérica, como es el caso del género Torvosaurus (Soto et al., 2020), lo que hace que la clasificación de Biese no sea tan descabellada. Sea como sea, podríamos estar ante los vestigios de dinosaurios más antiguos de Chile.

El sitio se caracteriza mucho más por los fósiles de organismos marinos de la misma época (164-165 millones de años atrás), por lo que se deduce que se trató de una zona costera (quizás una playa) durante ese rango de tiempo, siendo los de ictiosaurios algunos de los más comunes. Las primeras menciones de la presencia de estos animales en Cerritos Bayos datan de los años sesenta, cuando Walter Biese indicó la existencia de restos pertenecientes a ellos en rocas del Aaleniano, Bajociano, Caloviano Inferior, Caloviano Superior y Oxfordiano (Biese, 1961), materiales que nunca fueron figurados y en la actualidad se consideran extraviados, aunque en años recientes se han hallado más ejemplares, dos de los cuales han podido ser identificados como miembros de la familia Ophthalmosauridae, a los que se suma otro espécimen indeterminado reportado en Placilla de Caracoles (Pardo et al., 2015; Otero et al., 2018b; Otero y Rojas, 2021).

También hay presencia de plesiosaurios, reptiles marinos de cuello alargado y aletas que se extendieron por todo el territorio chileno, siendo de los fósiles más abundantes del país entero, aunque los de esta formación tienen la particularidad de pertenecer al Jurásico, por lo que son más antiguos respecto a los que se encuentran normalmente en Chile, que generalmente poseen una edad cretácica. Si bien hay ejemplares indeterminados que permanecen en estudio, se sabe de la presencia de cryptoclídidos del Caloviano-Oxfordiano (Otero y Soto-Acuña, 2010; Otero et al., 2018c) que han podido ser identificados a nivel de género como Vinialesaurus, conocido solamente en Cuba antes de este reporte, y Muraenosaurus, un plesiosaurio presente principalmente en Europa y Argentina. Este último había sido interpretado años antes como el Elasmosauridae más antiguo del mundo, sin embargo, recientemente sus materiales fueron reasignados a dicho taxón (Otero et al., 2020a; Otero et al., 2015a)

En otra localidad cercana del este de Calama, conocida como Ojo Opache, se hallaron también restos de criaturas marinas del Jurásico, destacando un ejemplar indeterminado de plesiosaurio que tiene una gran afinidad con la familia Rhomaleosauridae, siendo otra sorpresa que se suma a los descubrimientos de Cerritos Bayos, aunque este animal posee una edad un poco menor, pues proviene de estratos que datan de hace unos 150 millones de años (Otero et al., 2020c). Para terminar con los registros de plesiosaurios, se puede mencionar el reporte de un espécimen encontrado en Formación Profeta (Cordillera de Domeyko) que se encuentra datado para el Sinemuriano (Otero et al., 2015b)

Algunos restos que recientemente han llamado bastante la atención pertenecen a dos individuos de la familia Pliosauridae, que contiene a algunos de los depredadores más grandes que surcaron las aguas en el Jurásico, estos fósiles datan del Oxfordiano y representan el único registro confirmado de estos reptiles en Chile, y uno de los pocos de Sudamérica (Otero et al., 2018a; Otero et al., 2020b). El espécimen chileno pudo alcanzar los 10 metros de longitud, aunque otros integrantes de la familia, como el género Pliosaurus, pudieron alcanzar hasta los 12 metros. Por ahora esta criatura parece haber sido el depredador tope de su ecosistema, pues supera por mucho a cualquier otro carnívoro hallado en Cerritos Bayos (Arce, 2020). 

Cerritos Bayos ostenta además al pterosaurio más antiguo del país, que ha sido identificado como un "no-pterodactyloideo", agrupación que hace referencia a diversas formas de reptiles voladores primitivos muy similares a especies europeas como Dimorphodon macronyx, cuyas características principales incluían largas colas y prominentes dientes en sus hocicos, rasgos que los diferenciaban notablemente de sus descendientes pterodactiloideos (Alarcón-Muñoz et al., 2015). Estudios recientes de los materiales pertenecientes a este animal han confirmado que se trata de un miembro de la familia Rhamphorhynchidae, pues presenta características únicamente conocidas para dicho clado hasta el momento, pero nuevas revisiones han conseguido determinar además que perteneció a la subfamilia Rhamphorhynchinae, siendo el primer integrante de la misma reportado para Gondwana, lo que amplía considerablemente la distribución del grupo, que era conocido previamente sólo para el hemisferio norte con géneros como RhamphorhynchusNesodactylus. El espécimen proviene de estratos oxfordianos (160 m.a.) de la Formación Cerro Campamento y poseía entre 1.80 a 2 metros de envergadura, lo que convierte al individuo en uno de los más grandes ranforrínquidos conocidos (Alarcón-Muñoz et al., 2018; Alarcón-Muñoz, 2020; Alarcón-Muñoz et al., 2021; Ipinza, 2021).

Se pueden mencionar además restos craneales y cervicales de edad oxfordiana asignados a cocodrilos miembros de Metriorhynchidae (formas indeterminadas) hallados en Cerritos Bayos que se encuentran actualmente en estudio y otros datados para el Calloviano identificados como pertenecientes a la especie Metriorhynchus westermanni provenientes de Placilla de Caracoles y Sierra del Medio, aunque dicha asignación ha sido cuestionada por análisis recientes, los que han sugerido que se trata en realidad del género Purranisaurus. También es importante el reciente reporte de restos atribuidos a Geosaurini indet. ubicados en Formación Torcazas (Sierra Gorda), pues han resultado ser uno de los registros más antiguos de metriorrínquidos conocidos hasta ahora, al datar del Bajociano (Soto-Acuña et al., 2015; Otero y Rojas, 2021). Cabe señalar que la presencia de talatosuquios en Cerritos Bayos ya se conocía desde los años sesenta debido a materiales no figurados mencionados por Walter Biese, quien asignó algunos al género Teleosaurus (Biese, 1961).

Finalmente, hay que mencionar también que en Cerritos Bayos y otros lugares cercanos, como Quebrada El Profeta, Formación Cerro Campamento, Quebrada San Pedro, Quebrada Aquada Chica, Quebrada Corral y otras zonas no especificadas de la Cordillera de Domeyko, se han hallado diversas formas de peces óseos, entre los que se pueden mencionar los taxones Lepidotes sp., Pachycormus sp., Protoclupea (incluido P. chilensis y P. atacamensis), Pholidophorus domeykanus, Bobbichthys opercularis, Varasichthys ariasi, Chongichthys dentatus, Domeykos profetaensis, Antofagastaichthys mandibularis, Atacamichthys greeni, Pycnodontiformes indet., Teleostei indet., Gyrodus sp.Scheenstia sp. y miembros de la familia Pachycormidae. De entre todos los anteriores, destacan los paquicórmidos, pues sus registros en estos lugares son los más antiguos conocidos para el clado en Gondwana, estos incluyen múltiples ejemplares (al menos cinco) del género gigante Leedsichthys (un filtrador de unos 8-16.5 metros de largo), algunos de los cuales fueron atribuidos a L. problematicus y a un nuevo taxón bautizado como L. notocetes (actualmente inválido), y especímenes macrodepredadores asignados a aff. Hypsocormus sp., a los que se suman otros materiales asignados a pachycormiformes indeterminados, uno de los cuales presenta una gran afinidad con el género Eugnathides (Biese, 1961; Arratia, 2015; Ossa-Fuentes et al., 2015; Otero y Rojas, 2021; Otero, 2022; Liston et al., 2013).

La mayoría de los restos óseos descritos en estas formaciones de la Cordillera de Domeyko se asemejan mucho a la fauna costera del Jurásico europeo, de hecho, especies como el gigantesco Leedsichthys problematicus han sido descritas también en Inglaterra, Francia y Alemania, además de que el pterosaurio ranforrínquido identificado en el lugar y los reptiles marinos también coinciden bastante, sobre todo los miembros de Cryptoclididae y Pliosauridae, por lo que se ha teorizado que existió un corredor marino que conectó el antiguo mar de Tetis con Sudamérica durante el Oxfordiano, lo que permitió un intercambio de fauna entre ambos lugares (Otero y Rojas, 2021; Otero, 2022). 

Referencias:

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