Quebrada de Chacarilla

Tras la huella de los dinosaurios

La Formación Chacarilla y sus zonas asociadas son sumamente importantes para la paleontología nacional debido a la gran cantidad de huellas pertenecientes a diferentes tipos de dinosaurios que se esparcen por el lugar, las que fueron descubiertas en 1956 y descritas oficialmente por primera vez en 1962, año en el que se mencionó de forma especulativa la posible presencia de los géneros Tyrannosaurus, Iguanodon, Allosaurus y Stegosaurus (Galli y Dingman, 1962), aunque en décadas recientes el sitio ha sido estudiado de mejor forma, pudiendo confirmarse diversos registros pertenecientes a terópodos de diferentes tamaños (icnitas de 7cm a más de 1 m), saurópodos, ornitópodos (icnitas de 70cm a 100 cm) e incluso posibles tireóforos y cocodrilos, todos ellos con una edad ubicada entre el Kimmeridgiano y el Aptiano (155-113 Ma), época en la que esta zona, ahora desértica, presentaba densos bosques y un ambiente fluvial meandriforme (Rubilar-Rogers et al., 2012; Moreno, 2008; Tomaselli et al., 2021).

La formación se divide en varios sitios de la misma edad que contienen diversos rastros, por ejemplo, en "Chacarillas I" pueden identificarse principalmente huellas de herbívoros saurópodos, ornitópodos y posibles tireóforos, mientras que en "Chacarillas lll" el 80% de los rastros son de carnívoros terópodos, algunos de los cuales tuvieron proporciones enormes, pues ciertas icnitas llegan a medir 60 cm, y en otras se pueden ver incluso impresiones de los metatarsos del animal, llegando a una longitud de hasta 80 cm (Rubilar-Rogers et al., 2017; Rubilar-Rogers et al., 2012), por lo que están consideradas dentro de las categorías de huellas "gigantes" y "colosales", siendo uno de los pocos registros de estas últimas en el mundo entero (Minguez-Ceniceros et al., 2022).

Huella de un terópodo grande en Quebrada Chacarillas. Fuente: CMN.
Huella de un terópodo grande en Quebrada Chacarillas. Fuente: CMN.

Las huellas fósiles de la clase Theropoda son de las más abundantes en Chacarilla, dando cuenta de la presencia de carnívoros de diferentes tamaños y tipos en el lugar, destacando posibles miembros de Carcharodontosauridae, familia que incluye a algunos de los depredadores más grandes que han existido en todos los tiempos; es importante destacar que en el sitio se ha encontrado la huella de terópodo más grande del sur de Sudamérica (Larramendi y Molina, 2016), la cual, debido a observaciones anatómicas y estimaciones de tamaño hechas por expertos, perteneció a un espécimen que poseía dimensiones comparables a las de Giganotosaurus carolinii, con unos 3 metros de altura hasta la cadera (Rubilar-Rogers et al., 2008), lo que, sumado a su ubicación geográfica, parece dejar como principal responsable a un gran carcharodontosáurido, pues no hay tantos depredadores sudamericanos que hayan alcanzado esas proporciones (Soto-Acuña et al., 2015). Si bien no es posible por el momento saber con seguridad que especie dejó las huellas, algunos han sugerido como posibles candidatos a Giganotosaurus carlonii (de hecho en el sitio existe una gran estatua basada en esta idea) y a Tyrannotitan chubutensis (Cozano, 2018, 7m50s), aunque lo cierto es que la edad sugerida para estas huellas podría ser mucho más antigua, tal vez de entre unos 145 a 132.9 millones de años atrás, factor que, sumado a su gran talla, parece descartar a todos los taxones conocidos hasta el momento (Larramendi y Molina, 2016).

Larramendi y Molina (2016) estimaron una de las huellas más grandes, de unos 65 cm, como perteneciente a un individuo de 9.1 metros y unas 2.9 toneladas, sin embargo, un año después, Rubilar-Rogers et al. (2017) mencionaron una aún mayor con impresiones de metatarsos, la que llegó a medir 80 cm. El terópodo que dejó estas impresiones es el de mayores dimensiones registrado hasta el momento en Chile y el más grande del Cretácico Inferior en toda Sudamérica estimado mediante icnitas (Larramendi y Molina, 2016).

Fuente: Larramendi y Molina (2016).

También hay registros de depredadores de menores tamaños, aunque igualmente grandes, como es el caso del icnogénero Abelichnus (Rubilar-Rogers, 2003; Rubilar-Rogers et al., 2008), los que podrían pertenecer a algún miembro de Abelisauridae, pues estos terópodos son de las pocas familias que posiblemente habitaron en el norte chileno del Cretácico y el icnogénero se encuentra asociado a esta familia de dinosaurios en otras partes del mundo (Soto-Acuña et al., 2015; Larramendi y Molina, 2016).

Hay que mencionar además pequeñas huellas pertenecientes a celurosaurios (terópodos pequeños), depredadores de unos dos metros de largo que también caminaron por el lugar; un dato interesante a tener en cuenta es que algunas de estas huellas pertenecientes a diferentes individuos se encuentran distribuidas paralelamente y con una estimación de velocidad similar, siendo cortados o atravesados por huellas de ornitópodos, por lo que parecen indicar un comportamiento social entre ellos (Rubilar-Rogers et al., 2017). 

Las huellas de saurópodos del sitio están relacionadas a los icnogéneros Brontopodus y Parabrontopodus, que se encuentran relacionadas a grupos como los titanosauriformes y diplodócidos respectivamente, formas que ya han sido reportadas en otras partes del país mediante icnitas y material óseo (Rubilar-Rogers et al., 2012; Rubilar-Rogers et al., 2017).

Por otro lado, en total se registran seis huellas de ornitópodos en el sitio, algunos de los cuales presentaban un gran tamaño, llegando a estimaciones de hasta 2.4 m de altura hasta la cadera para los ejemplares que dejaron las impresiones más grandes, esto último, sumado a la morfología que presentan, han llevado a proponer que pertenecieron a miembros de Hadrosauridae o alguna otra familia similar de hadrosauriformes. En Quebrada El Carbón, cercana a Chacarilla, se han hallado también huellas de la misma naturaleza, pero este segundo registro de la región se encuentra en un pobre estado de conservación, aunque una de las impresiones del lugar pudo ser reconocida con seguridad como perteneciente a un ornitópodo de tamaño medio (de hasta 1.1 m de altura a la cadera). Todos los icnofósiles mencionados anteriormente son correlacionables a la icnofacie Caririchnium (Rubilar-Rogers et al., 2014; Rubilar-Rogers et al., 2000; Rubilar-Rogers et al., 2017).

Durante el año 1958, el Dr. Joseph T. Gregory, que fue de los primeros en estudiar fotografías de los registros icnológicos del sitio,  mencionó que entre las huellas podían distinguirse posibles miembros de la familia Stegosauridae (Galli y Dingman, 1962; Rubilar-Rogers et al., 2008), sin embargo, no se sabe con certeza si realmente pertenecen a este tipo de dinosaurios, y esta hipótesis puede ser cuestionada teniendo en cuenta los pobres registros de este grupo en América del Sur en general, aunque hay que tener en cuenta que en Argentina se han encontrado restos óseos y huellas atribuibles a estegosáuridos, lo que hace que no suene tan descabellado pensar que los registros de Chacarilla correspondan a alguna forma de estos animales (Pereda-Suberbiola et al., 2015); lo que si parece ser probable es que estos icnofósiles mencionados pertenecen a individuos del suborden Thyreophora (Rubilar-Rogers et al., 2012).

En la actualidad se han erigido estatuas gigantes representando a los diferentes tipos de dinosaurios que habitaron el lugar, encontrándose estas en el "Valle de los Dinosaurios" de Pica, aunque se han agregado algunas especies que no vivieron realmente ahí para aumentar el atractivo (como es el caso de Triceratops).

Moreno (2008) menciona además posibles huellas de cocodrilos en el lugar, aunque estas no han sido reportadas en otros trabajos, posiblemente debido a que la mayoría de estos se enfocan en los dinosaurios del sitio.

Referencias:

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