Mamíferos fósiles en Chile
La enciclopedia definitiva
Herederos de un mundo sin dinosaurios no avianos
La historia de los mamíferos sudamericanos puede rastrearse en el registro fósil hasta sus ancestros cinodontes, que cuentan con múltiples representantes en la región datados para períodos tan antiguos como el Triásico, sin embargo, el conocimiento de los miembros de Mammalia propiamente tal en Sudamérica comienza en el Jurásico, y proviene principalmente de descubrimientos realizados en Argentina, Brasil y Bolivia, los cuales dan cuenta de los pequeños tamaños que estos animales mantuvieron durante el Mesozoico, debido probablemente a la cantidad enorme de nichos que cubrían los dinosaurios en ese momento, aún así estas criaturas lograron adaptarse en un mundo gobernado por estos enormes reptiles e incluso sobrevivieron a la masiva extinción que le dio fin a su era, heredando el mundo en el proceso. En este apartado se pretende presentar la extensa galería de mamíferos fósiles de Chile, agrupándolos en diferentes clados y ordenándolos según su antigüedad, desde los más primitivos hasta los más recientes.
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Gondwanaterios
Los mamíferos ancestrales
Si bien los mamíferos más antiguos de Sudamérica datan del período Jurásico, en Chile el registro confirmado de estos animales comienza a finales del Cretácico, hace unos 75 millones de años, con el gondwanaterio Magallanodon baikashkenke, que vivió en lo que hoy es el Valle Las Chinas (Región de Magallanes). El clado Gondwanatheria incluye a algunos de los mamíferos más grandes del Mesozoico, los que se extendieron a lo largo de gran parte del hemisferio sur, logrando incluso llegar a la Antártida, y si bien sus relaciones filogenéticas son un tanto controvertidas, por ahora se piensa que no tienen parientes cercanos en la actualidad, aunque se les ha relacionado con animales como el ornitorrinco y los marsupiales (anteriormente también se sugirió un parentesco con los xenartros, pero la idea ha quedado descartada). Se sabe que el grupo consiguió sobrevivir a la extinción del Cretácico-Paleógeno, perdurando hasta el Eoceno, pero acabaron extinguiéndose igualmente sin dejar descendientes directos. Sus dientes, que son sus fósiles más recurrentes, revelan que poseían una dieta herbívora. Fuentes: Martinelli et al., 2018; Goin et al., 2020; Ladera Sur, 2020.
Magallanodon es el gondwanaterio más austral del Mesozoico y ha sido asignado tentativamente a la familia Ferugliotheriidae, siendo el miembro de mayor tamaño de la misma, con dimensiones cercanas a las de un coipo moderno (Myocastor coypus), lo que es bastante grande considerando el tamaño promedio de los mamíferos de su época. Sus fósiles han sido hallados tanto en Chile (Formación Dorotea) como en Argentina (Formación Chorrillo), estando asociado en ambos lugares a dinosaurios como saurópodos titanosaurios, megaraptores, diversos tipos de ornitópodos e incluso otros mamíferos de los que no se tienen muchos detalles. Fuentes: Goin et al., 2020; Chimento et al., 2020; Novas et al., 2019; INACH, 2018.
Cabe señalar que Magallanodon baikashkenke no es el único gondwanaterio reportado en Chile, ni tampoco el primero, pues desde 1999 se conoce a la especie Klohnia charrieri, proveniente de Formación Abanico (Región de O'Higgins) e incluida en la familia Groeberiidae, que anteriormente se consideraba como perteneciente a Marsupialia, pero que en años recientes ha sido reasignada al clado Gondwanatheria, representando uno de los últimos linajes del mismo, pues estos pequeños animales consiguieron perdurar hasta el Oligoceno-Mioceno, de hecho, K. charrieri presenta una edad de 31-30 Ma, por lo que es el miembro del grupo más reciente conocido para el registro fósil chileno y uno de los últimos a nivel mundial. Klohnia presentaba un tamaño pequeño (35-45 gramos) y su dentadura parece indicar que se alimentaba de semillas y frutas, características que sugieren que ocupó nichos muy similares a los que cubren los roedores modernos. Fuentes: Flynn y Wyss, 1999; Buldrini, 2021; Chimento et al., 2015; Croft, 2016.
Meridiolestida
Aún bajo la sombra de los dinosaurios
Aproximadamente de la misma edad de la que data Magallanodon, aunque de forma un poco más tardía (74-72 Ma), se conoce a la especie Orretherium tzen, un meridioléstido de la familia Mesungulatidae que es otro de los mamíferos más antiguos del país, y es también el segundo descrito para el Valle Las Chinas (Región de Magallanes), en donde habitó junto a diversas formas de dinosaurios durante el Cretácico Superior. El nombre con el que fue bautizado viene del idioma aonikenk y significa "bestia de cinco dientes", haciendo referencia a la mandíbula con dentadura perteneciente al ejemplar que se utilizó como holotipo para su descripción, este último es además el registro de edad mesozoica más austral del grupo en el mundo. Los meridioléstidos fueron animales de pequeñas dimensiones, aunque, si tenemos en cuenta la talla general de los mamíferos del Mesozoico, estos se encuentran en un rango de tamaño bastante grande, pero el espécimen chileno era un poco más pequeño que otros de sus parientes como las especies del género Mesungulatum. Fuentes: Martinelli et al., 2021; Chávez, 2021; Conicet, 2021; INACH, 2018.
Estas criaturas fueron, junto a los gondwanaterios, los mamíferos sudamericanos dominantes de finales del Mesozoico, y lograron sobrevivir incluso hasta el Paleógeno temprano, como es el caso de la especie Peligrotherium dentiacutus, ocupando nichos de pequeños herbívoros u omnívoros, con una dentición más simple que la de los marsupiales y placentarios. A pesar de su éxito, estos grupos primitivos de animales acabaron extinguiéndose definitivamente a principios y mediados del Cenozoico, dando paso a nuevos linajes de mamíferos que acabarían relevándolos en América del Sur. Fuentes: Martinelli et al., 2021; Chávez, 2021; Conicet, 2021.
Notoungulados
Los extraños herbívoros sudamericanos
A principios del Paleógeno, poco después de la extinción de los dinosaurios no avianos, Sudamérica perdió definitivamente su conexión con Antártida y se convirtió en un continente aislado del resto (salvo por breves contactos con África y Norteamérica que ocurrirían posteriormente), lo que permitió el origen de una fauna bastante particular que evolucionó y se diversificó durante millones de años en estas tierras. Entre dichos linajes se encontraban los miembros de Notoungulata, un grupo de mamíferos placentarios nativos de la región que consiguieron ocupar una variedad bastante grande de nichos ecológicos desde su aparición a finales del Paleoceno (57 Ma), hasta su desaparición definitiva en el Pleistoceno Superior (hace unos 11,000 años atrás), producida probablemente por su competencia con otros grupos de animales que comenzaron a poblar gradualmente América del Sur. Sus dimensiones corporales eran variadas, pues incluían formas de tamaños cercanos a los de pequeños roedores (≈200 g), pero también algunas gigantescas, de tallas comparables a las de rinocerontes (1.5-2 toneladas). Su registro en territorito chileno comprende las regiones de Arica y Parinacota (formaciones Chucal y Huaylas), O'Higgins (Formación Abanico), Biobío (formaciones Trapa Trapa y Cura-Mallín, ambas en el interior del área de Laguna del Laja), Araucanía (afloramientos de Formación Cura-Mallín en Lonquimay), Aysén (Formación Río Frías, Pampa Castillo, Pampa Guadal y Alto Río Simpson) y Magallanes (Sierra Baguales). Fuentes: Avilla y Mothé, 2021; Welker et al., 2015; Croft, 2016; Bond, 2016; Hernández et al., 2014; Bostelmann et al., 2013; Bostelmann y Buldrini, 2012; Flynn et al., 2002; Bostelmann y Pérez-Barria, 2021; Canto et al., 2010; Croft et al., 2003a.
Hasta hace relativamente poco tiempo los notoungulados se encontraban integrados en Meridiungulata, clado que agrupaba a los principales linajes de ungulados sudamericanos (Astrapotheria, Notoungulata, Pyrotheria, Xenungulata y Litopterna), sin embargo, un estudio reciente llevado a acabo por Avilla y Mothé (2021) ha determinado que en realidad pertenecen a un nuevo grupo taxonómico denominado Sudamericungulata, en donde se ubican junto a piroterios, astrapoterios y xenungulados, agrupación que se encuentra integrada a su vez en Afrotheria, un superorden de mamíferos placentarios de origen africano que incluye a los damanes (Hyracoidea), con quienes comparten un ancestro en común, y a otros grupos un poco más alejados filogenéticamente como los proboscídeos y sirenios (entre otros). Lo anterior implica una importante relación faunística entre Sudamérica y el continente africano, sugiriendo además conexiones territoriales temporales entre ambas zonas que pudieron perdurar hasta el Paleógeno (o incluso un poco más). Fuente: Avilla y Mothé, 2021.
Notoungulata se divide, por el momento, en al menos dos subordenes principales llamados Toxodontia, que incluye a las familias de mayor tamaño (Isotemnidae, Toxodontidae, Notohippidae, Leontiniidae y Homalodotheriidae), y Typotheria, compuesto por formas más pequeñas (Oldfieldthomasiidae, Mesotheriidae, Interatheriidae, Campanorcidae, Archaeopithecidae, Hegetotheriidae y Archaeohyracidae), aunque algunos autores sugieren la existencia de un tercer grupo denominado Hegetotheria (que incluiría a hegetotéridos y arqueohirácidos), pero la validez de este último es un tanto discutida, por lo que sus integrantes suelen ser considerados tipoterios por algunos autores más recientes; las taxas no agrupadas en los clados anteriores se consideran basales (siendo estas Henricosborniidae y Notostylopidae). En este apartado abordaremos todas la familias, géneros y especies de notoungulados presentes en el registro fósil chileno hasta el momento. Fuentes: Bond, 2016; Croft y Anaya, 2006.
Toxodontidae:
Los toxodóntidos son una de las familias de notoungulados que poseen miembros de mayor tamaño, pues algunos de los ejemplares más grandes alcanzaron dimensiones comparables a las de los rinocerontes negros modernos, estos animales fueron también los últimos representantes del clado en sobrevivir hasta el Pleistoceno y algunos de ellos desarrollaron características bastante curiosas, como pequeños cuernos en sus cabezas (un ejemplo es el género Adinotherium, el que pudo utilizar estas defensas para luchar durante la época de apareamiento). En Chile se han registrado diversos taxones del grupo (incluyendo dos géneros de Nesodontinae y uno de Haplodontheriinae) distribuidos en las localidades de Formación Chucal (Nesodon imbricatus, Adinotherium y Palyeidodon), Laguna del Laja (Nesodon sp., Adinotherium sp. y por lo menos tres Toxodontidae indet.), Lonquimay (Nesodon conspurcatus), Formación Río Frías (Palyeidodon obtusum, Adinotherium y Nesodon), Pampa Guadal (Nesodon imbricatus y Adinotherium ovinum), Pampa Castillo (Nesodon sp. y Adinotherium sp.) y Sierra Baguales (Nesodon y Adinotherium), todos datados para el Mioceno temprano-medio, siendo el material de Nesodon proveniente de la última localidad mencionada uno de los registros más antiguos conocidos para el género. A todo lo anterior hay que agregar nuevos materiales bastante completos de Nesodon imbricatus y Palyeidodon obtusum que han aparecido en campañas recientes en lugares aún sin revelar de la Región de Aysén, los que serán publicados próximamente. Algunas estimaciones de tamaño recientes le otorgan 637.51 kg a N. imbricatus, 541.88 kg a N. conspurcatus y 100.29 kg a A. ovinum. Fuentes: Croft, 2016; Croft et al., 2004; Bostelmann et al., 2012; Croft et al., 2003a; Bostelmann et al., 2013; Bostelmann y Buldrini, 2012; Buldrini y Bostelmann, 2017; Solórzano et al., 2021; Hernández et al., 2014; Flynn et al., 2008; Marshall y Salinas, 1990a; Bond y García, 2002; Vizcaíno et al., 2013; Fernández y Muñoz, 2019; Flynn et al., 2002; Montes, 2022.
Homalodotheriidae:
Entre las familias de notoungulados más extrañas de todas se encuentra Homalodotheriidae, que agrupa animales con morfologías muy similares a las de otros grupos de mamíferos no relacionados cercanamente con ellos, como los chalicoterios (Chalicotheriidae) de Eurasia y xenartros como los perezosos, con extremidades anteriores más largas que las posteriores, lo que les daba una postura mucho más erguida respecto a sus parientes, anatomía que probablemente les permitía apoyarse sobre sus patas traseras para alcanzar alimento con sus largos brazos delanteros, además, se diferencian notablemente del resto de miembros del clado debido a que desarrollaron garras en vez de pezuñas, las que quizás les sirvieron para defenderse, y posiblemente poseían una pequeña probóscide (trompa) o tal vez un labio superior prensil bien desarrollado, por otro lado, se cuentan también entre los miembros de Notoungulata de mayor tamaño, pues se les estiman unos 280-370 kg a las especies más grandes. En Chile los ejemplares más primitivos son de Formación Abanico (Región de O'Higgins), que cuenta con los taxones Trigonolophodon sp. cf. T. elegans, Periphragnis vicentei y tres Periphragnis sp. (representando estos últimos una posible nueva especie del género), todos datados para el Eoceno tardío-Oligoceno temprano, y otros materiales más recientes, asignados a Homalodotherium sp., han sido reportados en Formación Río Frías y Pampa Guadal (ambas localidades de la Región de Aysén), estando fechados para el Friasense (18-15 Ma) y Santacrucense (17.5-16.3 Ma) respectivamente. Fuentes: Croft, 2016; Bostelmann et al., 2012; Canto et al., 2010; Bradham et al., 2015; Marshall y Salinas, 1990a; Flynn et al., 2002.
Leontiniidae:
Otros notoungulados chilenos de gran tamaño fueron los leontínidos, que se caracterizaban por sus cuerpos robustos pero alargados, además de la posible presencia de cuernos en algunos de sus géneros, estos animales probablemente se movían de forma similar a la de los osos panda modernos y ocuparon nichos ecológicos equivalentes a los que ocupan los paquidermos actuales, también destacan por la presencia de incisivos caniniformes que los ayudaban a moler las hojas, ramitas y cogollos que consumían como parte de su alimentación. En Chile sólo se han reportado dos especies de la familia, ambas bautizadas en el país, una procedente de Formación Trapa Trapa (Región de La Araucanía) que fue nombrada Colpodon antucoensis, del tamaño de un tapir moderno y datada en 18.5 Ma, y otra hallada en Formación Abanico (Región de O'Higgins) bautizada con el nombre de Termastherium flacoensis, cabe señalar que esta última ha resultado ser una de las más antiguas conocidas para Leontiniidae y cuenta con varios ejemplares en la misma localidad, aunque algunos de ellos podrían representar nuevos taxones y continúan en estudio. Fuentes: Croft, 2016; Shockey et al., 2012; Charrier et al., 2015; Croft et al., 2008b; Wyss et al., 2018.
Isotemnidae:
Estas criaturas se encuentran entre las formas más primitivas del clado, y son algunas de las más particulares, pues presentaban enormes cráneos con mandíbulas provistas de colmillos prominentes que en un inicio parecían sugerir que se trataba de depredadores, sin embargo, se sabe que otros mamíferos del Cenozoico sudamericano poseían una dentición similar que era utilizada más bien para desenterrar raíces o para defensa, por lo que probablemente, y al igual que el resto de notoungulados, los isotémnidos fueron herbívoros, aunque con una apariencia bastante grotesca; por otro lado, la anatomía de sus extremidades anteriores y posteriores revela que pudieron ser bastante veloces y, en general, se les estiman tamaños medianos, de unos 70-90 kg. En el territorio nacional contamos tan sólo con tres géneros identificados del clado, distribuidos en dos localidades distintas, una de ellas es Formación Abanico (Región de O'Higgins), que cuenta con registros atribuidos a Rhyphodon, Anisotemnus y Pleurostylodon (siendo este último confirmado como una nueva especie aún sin bautizar), todos datados para el Eoceno (Casamayoran-Mustersan), a los que se suman tres especímenes reportados en Alto Río Simpson (Región de Aysén), que han sido asignados a Pleurostylodon modicus (la única especie identificada en Chile), cf. Pleurostylodon sp. e "Isotemnidae" sp. indet., los que datarían del Eoceno Medio (39.9 Ma). Sumado a los reportes anteriores, se conocen vestigios indeterminados de la familia provenientes de Sierra Baguales (Región de Magallanes) que datarían del Oligoceno Tardío. Fuentes: Croft, 2016; Croft et al., 2008a; Croft et al., 2008b; Flynn et al., 2012; Wheat et al., 2020; Flynn et al., 2005a; Bostelmann y Pérez-Barria, 2021; Bostelmann et al., 2021; Bostelmann, 2020, 41m39s.
Archaeohyracidae:
No todos los notoungulados eran de grandes dimensiones, un ejemplo de esto es la familia Archaeohyracidae, que contenía animales de tamaños bastante pequeños (de unos 7-9 kg), los cuales presentaban una serie de similitudes anatómicas con los actuales damanes (Hyracoidea), al punto de que se postuló de forma bastante temprana que estaban relacionados filogenéticamente con estos, hipótesis que hoy en día posee cierto sustento, pues los arqueohirácidos y el resto de miembros de Sudamericungulata comparten un ancestro en común con dichos mamíferos africanos (estando todos agrupados en Afrotheria), aunque su relación no es como se concebía en un primer momento, ya que no es particularmente más cercana respecto a la que poseen otros sudamericungulados con los hyracoideos, por lo que sus características comunes son producto de convergencia evolutiva (no de su cercanía filogenética); aún así se presume que tuvieron un estilo de vida similar a estos últimos, probablemente viviendo en grupos y construyendo madrigueras. En Chile se han registrado sólo en Formación Abanico (Región de O'Higgins), localidad que presenta una gran variedad de los mismos que incluye géneros como Protarchaeohyrax (representado por las especies P. gracilis y P. intermedium), Pseudhyrax (pudiendo identificarse a P. eutrachytheroides y P. strangulatus), Archaeotypotherium (bautizándose y reconociéndose a A. tinguiricaense y A. pattersoni) y Eohyrax. Fuentes: Croft, 2016; Avilla y Mothé, 2021; Canto et al., 2010; Croft et al., 2008a; Croft et al., 2008b; Croft et al., 2003b; Reguero et al., 2003.
Interatheriidae:
Los interatéridos son de los notoungulados más abundantes del registro fósil chileno, pues están presentes en todas las localidades del país con vestigios de este clado desde la zona central hacia el sur, con ausencia en las formaciones norteñas como Chucal y Huaylas, son también uno de los grupos más curiosos, pues presentan una gran longevidad (perduración en el tiempo) y variedad de formas como familia que dan cuenta del enorme éxito que alcanzaron, a pesar de que en general se limitaron a ocupar nichos ramoneadores (mismos que llenan en la actualidad organismos como conejos, marmotas o vizcachas); poseían pequeños tamaños, de unos 5-7 kg y se parecían bastante morfológicamente a roedores modernos, a pesar de no estar cercanamente emparentados con estos, además, su dentición recuerda a la de ciertos primates, rasgo que provocó que se les vinculara evolutivamente con estos en un inicio. En Chile se conocen múltiples especies conocidas en las localidades de Formación Abanico (Santiagorothia chiliensis, Johnbell hatcheri, Ignigena minisculus y Antepithecus brachystephanus), Laguna del Laja (Protypotherium sp., P. cf. sinclairi, Interatherium sp. e Interatheriinae indet.), Lonquimay (Protypotherium concepcionensis y Protypotherium sp.), Formación Río Frías (Protypotherium cf. P. australe y otros miembros del género sin identificar), Pampa Guadal (Protypotherium australe e Interatherium robustum), Pampa Castillo (Protypotherium sp. e Interatherium cf. I. robustum) y Sierra Baguales (Protypotherium sp.). Fuentes: Croft, 2016; Canto et al., 2010; Solórzano et al., 2019; Solórzano et al., 2021; Canto et al., 2010; Bostelmann et al., 2012; Bostelmann y Buldrini, 2012; Buldrini y Bostelmann, 2017; Bostelmann et al., 2016; Flynn et al., 2008; Flynn et al., 2002; Matamala et al., 2022.
Hegetotheriidae:
Al igual que sus parientes interatéridos, los miembros de Hegetotheriidae presentaban una curiosa convergencia morfológica con roedores modernos como las liebres, con las que también poseían similitudes en otros aspectos, como la construcción de madrigueras (incluso algunos de ellos se han hallado en el interior de estas estructuras) y su alimentación ramoneadora. Sus cuerpos eran pequeños, de unos 1-2 kg en el caso de los de menor tamaño y con 9-17 kg estimados para los más grandes, pero tenían adaptaciones que les permitían ser sumamente ágiles y rápidos, pudiendo incluso ser capaces de nadar, aunque en general pudieron movilizarse con un andar denominado "medio rebotando" (como los conejos). En el territorio nacional se conocen seis localidades con restos de estos notoungulados: Formación Río Frías (Pachyrukhos y Hegetotherium), Pampa Guadal (Hegetotherium mirabile), Pampa Castillo (Hegetotherium sp.), Laguna del Laja (la especie nacional Pachyrukhos ngenwinkul, un probable Hegetotherium, Hegetotheriidae indet., Hegetotheriinae indet., Pachyrukhos sp. y Pachyrukhinae indet.), Formación Chucal (posible H. mirabile) y Formación Huaylas (H. cerdasensis y otros vestigios del mismo género). Fuentes: Croft, 2016; Canto et al., 2010; Bostelmann et al., 2012; Bostelmann y Buldrini, 2012; Buldrini y Bostelmann, 2017; Solórzano et al., 2021; Hernández et al., 2014; Flynn et al., 2008; Flynn et al., 2002; Solórzano et al., 2023.
Mesotheriidae:
Con una morfología y tamaño similares a la de los wombats (Vombatidae) australianos modernos, los mesotéridos lograron convertirse en una de las familias fósiles más abundantes de las formaciones chilenas con notoungulados del norte, e incluso se conoce un ejemplar en la Patagonia; probablemente mantuvieron un estilo de vida similar a la de los vombátidos, excavando madrigueras y alimentándose de pastos y raíces de árboles y arbustos con sus seis pares de dientes hypselodontes (con corona alta y esmalte que se extiende más allá de la línea de las encías). En Formación Chucal se conoce a las especies Altitypotherium paucidens, Altitypotherium chucalensis y Eotypotherium chico, siendo este último el miembro de menor tamaño hasta ahora conocido para la familia, por otro lado, en Formación Huaylas se ha logrado bautizar un nuevo taxón llamado Caraguatypotherium munozi, el que se encuentra en gran cantidad en la localidad (al menos 4 ejemplares diferentes), y además se puede mencionar un espécimen del género Trachytypotherium (sinónimo de Eutypotherium), reportado en Formación Río Frías, y un posible Mesotheriidae indet. mencionado para Lonquimay. Fuentes: Croft, 2016; Hernández et al., 2014; Croft et al., 2004; Flynn et al., 2005b; Montoya-Sanhueza et al., 2017; Marshall, 1990; Palmer, 1904; McKenna y Bell, 1997; Solórzano et al., 2019.
Notohippidae:
A pesar de que son conocidos como los "caballos del sur", los notohípidos eran en realidad pequeños notoungulados de unos 12-16 kg de masa corporal, de hecho, a diferencia de los équidos, poseían extremidades cortas y robustas en lugar de largas y delgadas, y cada pie tenía tres dedos que soportaban su peso en lugar de uno solo, aunque es cierto que presentaban ciertas similitudes con los miembros de Equidae, como la presencia de dientes hipsodontes con complejas superficies de masticación (oclusales) e incisivos superiores grandes y estrechamente adpresos, lo que, en conjunto, los hacía parecerse un poco a los caballos, pero cabe destacar que desarrollaron estas características muchos millones de años antes que estos. Sólo hay tres lugares en el territorio chileno que cuentan con fósiles de estas criaturas, uno es Formación Abanico (Región de O´Higgins), donde se han reportado las especies Eomorphippus bondi, Eomorphippus neilopdykei y Rosendo pascuali, otro es Formación Río Frías (Región de Aysén), que cuenta con un individuo que según Bostelmann et al. (2017) correspondería a una nueva especie, y también Sierra Baguales (Región de Magallanes), que contiene múltiples ejemplares de Notohippus toxodontoides, siendo de los últimos registros temporales conocidos de la familia en el Cenozoico, por lo que su edad, de unos 19-18 millones de años, es conocida como "Notohippidense". Los análisis filogenéticos han indicado que ciertos miembros están más estrechamente relacionados con otras familias de notoungulados que con otros notohípidos, por lo que se ha propuesto que Notohippidae ya no deberían ser reconocida como una familia distinta, pero esto se encuentra en discusión. Fuentes: Croft, 2016; Wyss et al., 2018; Bostelmann et al., 2016; Bostelmann et al., 2017; Bostelmann, 2020, 1h14m23s.
Notostylopidae:
También podemos mencionar a los notostilópidos, grupo que hasta el momento sólo es conocido en Chile para Formación Abanico (Región de O'Higgins) y Alto Río Simpson (Región de Aysén). En la primera localidad mencionada se han hallado restos de varios ejemplares, entre los que se pudo identificar una nueva especie bautizada como Chilestylops davidsoni, que fue la primera conocida para el país y es uno de los últimos miembros del clado presentes en el registro fósil, pues posee 31.4-35.6 millones de años de antigüedad (Mioceno final - Oligoceno); anteriormente se había reportado también un ejemplar del género Notostylops proveniente de Tapado (dentro de la misma formación) que fue datado para el Eoceno Medio, pero se ignora el estatus actual de esos fósiles y su asignación. Por otro lado, para la otra locación señalada (situada en Aysén), se ha dado a conocer recientemente la presencia del taxón Notostylops murinus, que fue hallado en estratos del Bartoniense (39.9 Ma), siendo la segunda especie de la familia Notostylopidae reportada en Chile. Estas criaturas de tamaño medio llaman la atención debido a que poseían cráneos y dientes con morfologías muy similares a los de koalas modernos (Phascolarctos cinereus), diferenciándose notablemente de cualquier otro mamífero americano de la actualidad, esta particular dentición ha permitido interpretar que tuvieron una dieta basada en hojas, aunque de plantas cercanas al suelo. Por otro lado, estudios recientes le otorgan a N. murinus unos 8.5-20 kg de masa corporal y una velocidad de hasta 50 km/h. Fuentes: Croft et al., 2008b; Bradham et al., 2015; Croft et al., 2008a; Flynn et al., 2012; Bostelmann et al., 2021; Croft, 2016; Vera et al., 2022.
Oldfieldthomasiidae:
Finalmente puede mencionarse un artículo de Wyss et al. (1992) en donde se menciona a un espécimen procedente de Tapado (Formación Abanico, Región de O'Higgins) que sería miembro de la familia Oldfieldthomasiidae, que incluye a notoungulados ramoneadores de pequeño a mediano tamaño con cierta tendencia al aumento de la altura de las coronas dentarias, siendo el único registro de este grupo en Chile, pero el estatus de estos fósiles en la actualidad es desconocido, pues no se ha realizado una descripción de los mismos en trabajos posteriores. Estos animales son de las formas más primitivas dentro de Notoungulata, siendo conocidos principalmente para el Paleoceno, aunque sus registros más tardíos datan del Divisaderense (de hace unos 36 Ma), pero la edad de los fósiles chilenos estaría en un rango de 48-42 Ma (período Mustersan). Fuentes: Wyss et al., 1992; López y Bond, 2010; López y Powell, 2009.
Teniendo en cuenta el reporte anterior, de las 14 familias integradas actualmente en Notoungulata, el territorio chileno sólo carece de 3, siendo estas Henricosborniidae, Archaeopithecidae y Campanorcidae. Fuente: McKenna y Bell, 1997; Croft et al., 2008b.
Sparassodonta
Los metaterios con dientes de sable
En la actualidad los principales miembros carnívoros de Mammalia en Sudamérica son placentarios (poseedores de placenta), sin embargo, antes de que estos llegaran a América del Sur hace unos 3 millones de años atrás, los principales mamíferos depredadores en esta parte del mundo eran metaterios (grupo que incluye a los marsupiales y a sus parientes cercanos), y de estos destacan por mucho los esparasodontos, criaturas sudamericanas endémicas que, junto a las aves del terror (Phorusrhacidae), los cocodrilos terrestres (Sebecidae) y las serpientes gigantes (ej: Boidae y Madtsoiidae), cubrieron los nichos de grandes depredadores, abordando una enorme variedad de formas y tamaños que dan cuenta del enorme éxito que tuvieron. El clado Sparassodonta llama bastante la atención debido a que varios de sus miembros adquirieron una serie de convergencias evolutivas con otros grupos de animales, destacando el desarrollo de enormes caninos, similares a los famosos "dientes de sable" presentes en macairodontinos, por parte de los tilacosmílidos. Si bien en algún momento se pensó que su extinción pudo estar relacionada a la competencia con familias placentarias provenientes de Norteamérica (ej: felinos y mustélidos), estudios más recientes parecen indicar que en realidad su declive se correlaciona con la disminución en diversidad que sufrieron sus presas potenciales (ej: litopternos, astrapoterios, roedores y otros metaterios) y con sus limitaciones de tolerancia frente a los diferentes cambios climáticos que fue sufriendo la región (como la mayor aridez provocada por el ascenso de los Andes y una disminución de temperatura producida por los bajos niveles de dióxido de carbono). Fuentes: Tarquini et al., 2022; Naish, 2008; Prevosti et al., 2013; Babot y Forasiepi, 2016; Croft, 2016.
Su distribución en América del Sur incluyó a Chile, en donde se han descubierto múltiples esparasodontos desde la zona central (Formación Abanico, Región de O'Higgins) hasta el sur (Formación Río Frías y Sierra Baguales en las regiones de Aysén y Magallanes respectivamente). El miembro de Sparassodonta más antiguo hallado en el territorio nacional data de finales del Eoceno (37-38 Ma), se trata de la primera especie bautizada exclusivamente en el país: Chlorocyon phantasma, la que poseía unos 5.9 kg de masa corporal y perteneció a una superfamilia denominada Borhyaenoidea, que agrupa a esparasodontos muy similares a los miembros de la familia Borhyaenidae, pero que presentan características que los dejan fuera de la misma, como los géneros Pharsophorus y Plesiofelis. Chlorocyon fue encontrado en la localidad de Los Helados, que forma parte de la Formación Abanico junto a otras zonas comprendidas por el río Tinguiririca. Fuentes: Engelman et al., 2018; Marshall, 1990; Bostelmann et al., 2016.
De la localidad de Cachapoal, ubicada en la misma formación de donde procede Chlorocyon phantasma, se conoce a otro esparasodonto descrito recientemente para el país, pero esta vez se trata de un tilacosmílino bautizado con el nombre de Eomakhaira molossus (que viene del griego y significa "cuchillos del amanecer con rostro chato"), este pequeño carnívoro de unos 9.9 kg es la única especie de Thylacosmilinae reportada hasta el momento en Chile, y su linaje se caracteriza por poseer unos característicos caninos gigantes similares a "dientes de sable", aunque los de Eomakhaira son más robustos y menos hipertrofiados que los de otros de sus familiares cercanos como Thylacosmilus atrox o Patagosmilus goini, lo que, sumado a que posee unos 33-31 millones de años de antigüedad estimados, indica que se trata de una de las formas más primitivas, siendo además un candidato bastante probable para ser el vínculo entre estos animales y los proborhiénidos más convencionales. Este taxón es el integrante más antiguo conocido para Thylacosmilinae en todo el registro fósil, así que, por el momento, la historia evolutiva del clado parece haber comenzado en territorio chileno. Hasta hace unos años estas criaturas se agrupaban en la familia Thylacosmilidae, sin embargo, Engelman et al. (2020) propusieron que en realidad estos taxones deberían ubicarse en una subfamilia (Thylacosmilinae) al interior de Proborhyaenidae. Fuentes: Engelman et al., 2020; Engelman, 2017; Flynn, 2021; Díaz-Sibaja, 2020.
El siguiente registro temporal de Sparassodonta en nuestro país se remonta hasta hace unos 18 millones de años atrás, época de la que se conocen múltiples fósiles procedentes de Formación Río Frías (Región de Aysén), en donde se encontraron los primeros esparasodontos reportados en territorio chileno en 1990, los cuales pertenecen a tres familias diferentes, siendo Borhyaenidae la mejor conocida, esta última se encuentra representada en el sitio únicamente por la especie Borhyaena tuberata, un depredador con un cráneo robusto y corto, similar morfológicamente al de las hienas modernas (Hyaena hyaena), y extremidades diseñadas para la estabilidad y el movimiento rápido, por lo que probablemente era un depredador de emboscada con un sentido del olfato bien desarrollado para rastrear presas vivas y tal vez detectar cadáveres de los que alimentarse; el tamaño de Borhyaena fue estimado por Van Valkenburgh (1985, 1987) en unos 74 kg, pero las evaluaciones más recientes realizadas por Ercoli y Prevosti (2011) le otorgan una masa de 36.4 kg, lo que le da el título del esparasodonto más grande hallado en Chile, además algunos de sus vestigios desenterrados en Argentina presentan signos que indican hábitos agresivos entre individuos de la misma especie, por lo que se piensa que tuvieron un estilo de vida y comportamiento similar al de los Demonios de Tasmania australianos (Sarcophilus laniarius) de la actualidad, que son de sus parientes vivos más cercanos. Fuentes: Marshall, 1990; Croft, 2016; Van Valkenburgh, 1985, 1987; Argot, 2003; Ercoli y Prevosti, 2011.
La Formación Río Frías cuenta además con presencia de miembros de Prothylacinidae, esparasodontos posiblemente adaptados para una vida arborícola, pues las garras de Prothylacynus patagonicus (el único representante de la familia en la formación) poseen una morfología con bastante afinidad para este comportamiento, además de que sus extremidades anteriores y columna vertebral podían proporcionar la suficiente fuerza y flexibilidad necesarias para conseguir una escalada controlada; se piensa que Prothylacynus tenía un modo de caza típico de un depredador activo, y al igual que Borhyaena poseía una poderosa musculatura del cuello relacionada con los hábitos depredadores, aunque era ligeramente más pequeño que esta última, pues su estimación de masa corporal más reciente arroja unos 31.79 kg para un ejemplar completamente desarrollado. Fuentes: Marshall, 1990; Van Valkenburgh, 1985, 1987; Argot, 2003; Ercoli y Prevosti, 2011.
Para finalizar con el registro de esparasodontos en Aysén, se puede mencionar también a la familia Hathliacynidae, que es la más abundante de la Formación Río Frías e incluye formas generalmente más pequeñas, esta se encuentra representada en el lugar por dos especies: Sipalocyon gracilis (2,1 kg) y Cladosictis patagonica (6,6 kg), ambos del Friasense. El estilo de vida de estos taxones es controvertido, pues algunos expertos sugieren que tenían hábitos nadadores y su dieta se basaba en peces, mientras que otros postulan que en realidad eran arborícolas, al igual que otros de sus parientes como los Prothylacinidae, manteniendo una alimentación basada en huevos de aves o reptiles y pequeños mamíferos, aunque estudios recientes parecen vincularlos a la caza de pingüinos y patos no voladores, pues se han descrito huesos de estas aves que presentan marcas de mordidas atribuibles a estos animales, en cuanto a sus características físicas, se sabe que eran bastante similares morfológicamente a perros y zorros modernos, con hocicos largos y cuchillas de corte proporcionalmente más pequeñas en sus molares respecto a otros esparasodontos, aunque sus patas eran cortas, aspecto que los diferencia notablemente de los cánidos y provocaba que tuvieran un cuerpo bastante bajo, no muy adecuado para correr largas distancias, todos los rasgos anteriores hacen que algunos científicos los llamen informalmente "perros-comadreja" para intentar describirlos. Algunas fuentes señalan también la posible presencia de los géneros Sipalocyon y Cladosictis en otras localidades chilenas como Laguna del Laja (Región del Biobío), en donde están datados para el Mioceno tardío-temprano (17.70-16.40 Ma), y Pampa Castillo (Región de Aysén, 17.5-16.3 Ma), aunque está última sólo cuenta con un registro del segundo. Fuentes: Marshall, 1990; Canto et al., 2010; Ercoli y Prevosti, 2011; Palmer, 1999; Cione et al., 2010; Mendoza y Haidr, 2018; Croft, 2016; Croft et al., 2008a; Flynn et al., 2008; Flynn et al., 2002; Engelman et al., 2018; Solórzano et al., 2021.
El reporte más austral del clado en Chile proviene de la Región de Magallanes, más específicamente de Sierra Baguales, y data de hace unos 19-18 millones de años (Edad Notohippidense), aunque el ejemplar recolectado no ha podido ser identificado a nivel de familia, por lo que tan sólo se le ha referenciado como Sparassodonta indet., de la misma forma se conoce otro esparasodonto indeterminado reportado para Piedra del Indio (Región de la Araucanía), del que no se tienen muchos detalles. Finalmente puede mencionarse también un cráneo de borhiénido señalado por Wyss et al. (1992) para la localidad de Tapado (Formación Abanico, Región de O'Higgins) que fue datado para el Casamayoran-Mustersan (50-42 Ma), sin embargo, dicho material fue reasignado por Flynn et al. (2005a) al género Pleurostylodon (un notoungulado isotémnido). Fuentes: Bostelmann et al., 2016; Flynn et al., 2008; Wyss et al., 1992; Flynn et al., 2005a.
Astrapoterios
Los grotescos colosos del Cenozoico chileno
Los miembros de Astrapotheria se suman a la enorme galería de herbívoros gigantes endémicos de Sudamérica que vivieron durante el Cenozoico, siendo algunos de los animales más grandes de su época junto a los notoungulados, pues ciertos géneros integrados en este Orden llegaban a poseer una masa corporal comparable a la de los rinocerontes blancos modernos (1800-2500 kg), aunque también se han hallado ejemplares de tamaños más modestos (20-40 kg), en general se caracterizaban por presentar una pequeña probóscide, que los hacía asemejarse a los tapires actuales, y dos colmillos caninos inferiores similares a los presentes en hipopótamos (Hippopotamus amphibius) que eran sexualmente dimórficos, además, al igual que estos últimos, se piensa que tenían un estilo de vida semiacuático, pues sus restos se encuentran a menudo en capas de roca que contienen fósiles de animales totalmente acuáticos. El grupo pudo haber sobrevivido hasta finales del Mioceno (más allá de hace unos 11 millones de años), pero los fósiles potencialmente más jóvenes son fragmentarios y de edad incierta; se cree que su extinción fue provocada por diversos cambios climáticos que fueron afectando a los ecosistemas de América del Sur progresivamente. Al igual que los integrantes de Notoungulata, los astrapoterios se agrupan en la actualidad dentro del clado Sudamericungulata, en el interior de Afrotheria. Fuentes: Croft, 2016; Young, 1977; Avilla y Mothé, 2021.
Los astrapoterios más antiguos hallados en Chile poseen unos 39.9 Ma (Eoceno Medio) y provienen de Alto Río Simpson (Región de Aysén), donde se han reportado restos asignados a las especies primitivas Albertogaudrya unica y Trigonostylops wortmani, ambas de la familia Trigonostylopidae, por lo que representan los únicos vestigios de la misma en Chile (aunque algunas fuentes incluyen a Albertogaudrya en Astrapotheriidae). A. unica es la especie más grande conocida para el clado Astrapotheria durante el período de tiempo en el que vivió (Casamayoran), pues poseía un tamaño estimado en 500 kg (dimensiones cercanas a las de un rinoceronte de Sumatra), mientras que T. wortmani presentaba una masa corporal más modesta, estimada en 20-40 kg, asemejándose en peso al moderno pecarí de collar (Pecari tajacu). Otro reporte que llama la atención es el realizado por Wyss et al. (1993), quienes mencionaron brevemente materiales asignados por ellos a Astrapotheria indet. en la Formación Abanico (Región de O'Higgins), que se encontraban datados en unos 37.5-31 Ma, sin embargo, Bradham et al. (2015) reasignaron dichos fósiles a un notoungulado miembro de Toxodonta. A pesar de lo anterior, en la localidad argentina de Cañadón Blanco, que contiene estratos de la misma temporalidad (Tinguirirican), se conocen múltiples taxones de astrapoterios vinculados biocronológicamente a la fauna de Formación Abanico, incluyendo a la especie basal Isolophodon cingulosus, por lo que no sería de extrañar que en investigaciones futuras se encuentren restos de estos animales en dicha formación chilena. Fuente: Bostelmann et al., 2021; Kramarz et al., 2019; Madden, 2014; Soria y Bond, 1984; Croft, 2016; Wyss et al., 1993; Bradham et al., 2015; Flynn et al., 2003; Kramarz y Bond, 2013.
Hasta el momento la mayoría de hallazgos de astrapoterios en Chile corresponden a individuos de la familia Astrapotheriidae, siendo el propio género Astrapotherium, que le da nombre al clado, el más abundante de todos, pues se han hallado varios ejemplares distribuidos en distintas localidades del sur del país, entre los cuales se han identificado a las especies A. magnum, presente en Formación Palomares (Región de Magallanes) y Pampa Guadal (Región de Aysén), y A. hesperinum, mencionado con menos detalles para Formación Río Frías (aunque no se conoce su estatus actual), fuera de los anteriores, sólo existen reportes indeterminados del género procedentes de la Formación Cura-Mallín (Región de La Araucanía), Pampa Castillo y otro espécimen de Formación Río Frías (ambas localidades de Aysén). Esta criatura se encuentra entre los individuos más grandes de su familia, pues se le ha estimado una masa corporal cercana a los 1000 kg y vivió durante el Mioceno temprano y tardío. Fuentes: Buldrini et al, 2014; Marshall y Salinas, 1990b; Buldrini, 2020, 9m40s; Solórzano et al., 2019; Ortuya et al., 2012; Bostelmann et al., 2012; Bostelmann y Buldrini, 2012; Palmer, 1999; Flynn et al., 2002; Canto et al., 2010.
Marshall y Salinas (1990b) mencionaron un supuesto tercer ejemplar chileno de Astrapotherium magnum hallado por ellos en Sierra Baguales (Región de Magallanes), sin embargo, estudios más recientes han determinado que dichos restos pertenecen en realidad a la especie Astrapothericulus iheringi. Este astrapotérido vivió en el lugar durante el Notohippidense (19-18 Ma) y presentaba un tamaño bastante menor al del resto de sus parientes, siendo hasta 30% más pequeño que A. magnum, y sus caninos inferiores también tenían dimensiones mucho más reducidas, rasgos que, sumados a muchas otras características óseas consideradas como primitivas dentro del grupo, le daban una apariencia que recuerda mucho a los astrapoterios eocénicos como Trigonostylops wortmani. Fuentes: Marshall y Salinas, 1990b; Buldrini, 2020, 10m37s; Bostelmann et al., 2013; Bostelmann, 2020, 1h12m30s; Kramarz, 2009.
En 1990 se describió y reportó un nuevo ejemplar de Astrapotherium procedente del Río Quepuca (Región de la Araucanía), sin embargo, en 2014 estos vestigios fueron estudiados nuevamente y reasignados al género Parastrapotherium, representando la única evidencia de este taxón en el país hasta el momento. Al contrario de Astrapothericulus, esta criatura era probablemente de mayor talla que Astrapotherium magnum, lo que lo convierte en el astrapotérido más grande de Chile, con una estimación de tamaño y características similares a Parastrapotherium holmbergi, por lo que podría tratarse de esta especie, aunque, debido a la naturaleza fragmentaria de los fósiles, no ha podido realizarse una identificación tan específica. El registro anterior data del Burdigaliense (20.43-15.97 Ma) y representa uno de los hallazgos mas septentrionales del género. Fuentes: Marshall et al., 1990; Bostelmann et al., 2014; Kramarz y Bond, 2008; Solórzano et al., 2019.
Condylarthra
Linajes de la antigua Laurasia
Los condilartros son ungulados arcaicos que evolucionaron en los continentes del hemisferio norte, cuando la mayoría de estos (con la excepción de India) se encontraban conectados formando un antiguo continente conocido como Laurasia, sin embargo, en algún punto desconocido del Cretácico tardío o el Paleoceno temprano consiguieron ingresar a Sudamérica, en donde los miembros de Mioclaenidae (que habían llegado a la región producto de esta migración) dieron origen a una familia endémica denominada Didolodontidae, cuya presencia en el registro fósil comprende desde el Paleoceno hasta el Oligoceno temprano, siendo conocidos principalmente en formaciones de Brasil y la Patagonia. Los didolodóntidos llegaron también al territorio chileno, aunque sólo cuentan con un único registro procedente de Formación Abanico (Región de O'Higgins) que ha sido atribuido a cf. Ernestokokenia, taxón que fue reportado por Flynn et al. (2005a) para la localidad de Tapado y que data del Eoceno Medio (Itaboraian-Casamayoran). Fuentes: Defler, 2019; Flynn et al., 2005a; Croft et al., 2008a; Flynn et al., 2012.
Diversos vestigios fósiles sugieren que los condilartros tenían una dieta omnívora con una gran proporción de vegetación, aunque los dientes de los didolodóntidos en particular parecen indicar que poseían una alimentación muy similar a la que mantenían los litopternos (otro grupo de ungulados sudamericanos), lo que, junto a otras evidencias, ha llevado a proponer que fueron los miembros de Didolodontidae quienes dieron origen a dicho clado, noción que, si bien no está del todo confirmada, parece sustentarse un poco más con la reciente integración de Litopterna en Laurasiatheria. Fuentes: Defler, 2019; Avilla y Mothé, 2021.
Litopternos
Otro curioso grupo de ungulados sudamericanos
Litopterna constituía otro de los cinco órdenes extintos de los denominados ungulados nativos de América del Sur (Meridiungulata), donde también se incluía a los clados Notoungulata, Astrapotheria, Pyrotheria y Xenungulata, sin embargo, actualmente diversos estudios sugieren que en realidad estos animales tienen un origen diferente al de esos otros linajes, ya que, mientras los demás se integran ahora en Afrotheria, los litopternos se agrupan hoy en día en Laurasiatheria, por lo que se encuentran más relacionados con faunas de Norteamérica, sugiriendo la existencia de una conexión territorial entre ambas zonas continentales mucho antes del evento conocido como "Intercambio Biótico Americano". Los litopternos se caracterizaron por poseer patas más largas y gráciles, asemejándose bastante en morfología a los camélidos y caballos, a pesar de no tener una relación filogenética cercana con ellos, por lo que son uno de los mejores ejemplos de convergencia evolutiva (de hecho algunas de sus formas más primitivas se concibieron en algún momento como ancestros de los équidos). Aparecieron a principios del Cenozoico y perduraron en la región hasta finales del Pleistoceno, llegando incluso a tener contacto con el ser humano, como parecen indicar diversos registros arqueológicos, por lo que fueron uno de los grupos más exitosos de Sudamérica, ocupando diversos nichos de ramoneadores. Fuentes: Avilla y Mothé, 2021; Croft, 2016; Gelfo et al., 2021; López et al., 2018.
Los litopternos más antiguos del país corresponden a miembros de la familia Adianthidae, el más primitivo de los cuales procede de la Formación Abanico (Región de O'Higgins) y ha sido datado para el período Tinguirirican (36-29 Ma), siendo hasta la fecha el litopterno chileno de mayor edad, aunque aún no cuenta con una identificación taxonómica más específica más allá de su subfamilia (Indaleciinae), sumado al registro anterior, se conoce también a la especie Adinathus godoyi proveniente de la Formación Río Frías (Región de Aysén), que vivió durante el Friasense (16.3-15.5 Ma), lo que expande el rango de tiempo en el que vivieron los adiántidos, pues antes de su descripción se pensaba que se habían extinto mucho antes. Estos herbívoros eran de las formas más primitivas dentro de Litopterna y poco se sabe de su anatomía en general, pues son de los ungulados nativos más pobres conocidos de América del Sur, al ser descubiertos de forma escasa y fragmentaria, aunque se sabe que en general poseían un tamaño bastante pequeño. Fuentes: Wyss et al., 1993; Cifelli, 1991; Cifelli y Soria, 1983; Bond y Guiomar, 1983.
Siguiendo una línea de tiempo, nos encontramos luego con individuos de la familia Proterotheriidae de edad Notohippidense (19-18 Ma) hallados en Sierra Baguales (Región de Magallanes), los cuales corresponden a la especie Paramacrauchenia scamnata y a un ejemplar de mayores dimensiones referido como Protherotheriinae indet. por Bostelmann et al. (2016). Otros proteroteríidos chilenos de bastante antigüedad (18 Ma) fueron revelados por McGrath et al. (2019), quienes describieron múltiples ejemplares atribuidos por ellos a los taxones Thoatherium cf. T. minusculum, cf. Thoatherium sp., Picturotherium sp. y Proterotheriidae indet., todos provenientes de la Formación Galera (Pampa Castillo, Región de Aysén), y más fósiles de la familia se han sumado también de forma reciente en el área de Laguna del Laja (Formación Cura-Mallín, Región del Biobío), en donde se ha reportado a la especie Diadiaphorus majusculus, que vivió en la zona durante el Mioceno tardío-temprano (17.70-16.40 Ma). Estos animales, posiblemente originarios de Colombia (Formación La Venta), eran de tamaños que iban de pequeños a medianos y presentaban una gran similitud morfológica con los équidos, pues los dígitos laterales de sus patas estaban extremadamente reducidos, por lo que su peso estaba soportado en su totalidad por el dígito del medio (monodactilia), rasgo que desarrollaron mucho antes que los propios caballos y en mayor grado, aunque a diferencia de estos últimos eran ramoneadores que se alimentaba de hojas y brotes en hábitats boscosos, además, algunos poseían un solo par de incisivos grandes, puntiagudos y con forma de colmillo en la parte delantera de su boca, similar a los presentes en los hyraxes modernos (orden Hyracoidea). Fuentes: Bostemann et al., 2013; McGrath et al., 2019; McGrath, 2018; Solórzano et al., 2021; Croft, 2016.
Los litopternos más recientes del registro fósil chileno corresponden a miembros de Macraucheniidae, que son además de los más grandes y conocidos de todos, el más antiguo de estos es el género Theosodon (de unos 125-170 kg de masa corporal), conocido para las formaciones Chucal (Región de Arica), Río Frías, Galera (ambas de la Región de Aysén), Cura-Mallín (Región de La Araucanía) y Estancia Consuelo (Región de Magallanes), estas dos últimas localidades llaman bastante la atención, pues en Estancia Consuelo se ha identificado a la única especie conocida para Chile: Theosodon lallemanti, y en Cura-Mallín se han hallado los restos más jóvenes del taxón reportados en el sur de Sudamérica, datados para unos 12 millones de años atrás. La última ocurrencia de esta familia en el Neógeno de Chile consiste en la especie Micrauchenia saladensis, un pequeño macrauquénido (Macraucheniinae) de unos 53-103 kg hallado en Quebrada Remolón (Formación Bahía Inglesa, Región de Atacama) que vivió hace unos 8-6 Ma aproximadamente (Tortoniano-Mesiniano). Fuentes: Hernández et al., 2014; Croft et al., 2004; Bostelmann et al., 2012; Solórzano et al., 2019; McGrath et al., 2019; Flynn et al., 2002; Marshall y Salinas, 1990b; López et al., 2018; Frassinetti y Alberdi, 2001; Croft et al., 2016; Püschel et al., 2023.
Luego tendremos que remontarnos a finales del Pleistoceno (hace unos 10,000 años aproximadamente) para encontrar registros del litopterno más reciente y de mayores dimensiones (1,100 kg) con el que cuenta el país, la especie Macrauchenia patachonica, presente en las regiones de Magallanes (Cueva del Milodón), Aysén (Baño Nuevo 1 y Cueva de Las Guanacas), Metropolitana (localidad de Las Posas) y Antofagasta (yacimiento Kamac Mayu y Formación Quillagua), donde se han hallado múltiples ejemplares que parecen indicar que tenían un estilo de vida gregario, además de posible evidencia humana cuneiforme que delataría su presencia en la cuenca de Río Salado. Fuentes: López et al., 2018; Frassinetti y Alberdi, 2001; Labarca, 2015; Croft, 2016; López y Mena, 2011; Figueroa-Bravo et al., 2022.
Los macrauquénidos eran los litopternos más robustos y pesados, siendo muy similares en apariencia a los camélidos, poseyendo cuellos largos y patas mesaxónicas, con su peso siendo mayormente soportado por el dedo medio de sus pies con tres dígitos (característica que los diferencia notablemente de estos últimos), se sabe también que algunos géneros como Theosodon tenían sus fosas nasales ubicadas en la parte superior de su hocico, en lugar de tenerlas en la parte delantera de su cabeza, adaptación inusual que pudo haberles permitido alimentarse de árboles y arbustos espinosos de forma similar a la jirafa (Giraffa spp.), de hecho, justamente por este particular rasgo anatómico, se piensa que especies como Macrauchenia patachonica podrían haber poseído una pequeña probóscide. Sumado a todos los descubrimientos anteriores, se conocen reportes de dos Litopterna sin identificar en Formación Río Frías (Aysén) y Formación Chucal (Arica) respectivamente, siendo este último un posible miembro de Macraucheniidae. Marshall y Salinas (1990a) mencionan además un ejemplar referido como Phoenixauchenia sp. para la primera locación mencionada anteriormente, pero dicho género no ha vuelto a ser referido en trabajos posteriores para el sitio. Fuentes: Croft, 2016; Bostelmann et al., 2012; Moreno et al., 2016; Marshall y Salinas, 1990a.
También hay que mencionar un reporte realizado por Croft et al. (2008a) que señala la presencia de un individuo del género Notonychops en Formación Abanico (Región de O'Higgins), hallado en la localidad de Tapado (datada para el Eoceno Medio), pero la clasificación de este taxón es controvertida, pues, a pesar de que habitualmente se le considera un litopterno primitivo, inclusive dándole nombre a su propia familia dentro del grupo (Notonychopidae), los autores lo mencionan como un posible notoungulado basal, e incluso interpretaciones más antiguas han llegado a proponer que formaba parte de un nuevo clado dentro de Meridiungulata llamado Notopterna. De ser confirmado como un miembro de Litopterna sería el representante más antiguo de dicha agrupación taxonómica en Chile, superando a los adiántidos reportados en niveles más jóvenes de la misma formación. Fuentes: Croft et al., 2008a; Flynn et al., 2012; Flynn et al., 2005a; Babot et al., 2017; Bonaparte y Morales, 1997; Soria, 1989.
Xenartros
Perezosos gigantes y armadillos cornudos
Xenarthra es un superorden que agrupa diversas formas de animales que aún viven en la actualidad, como los perezosos, armadillos y osos hormigueros, que se caracterizan por poseer una articulación en sus vértebras que resulta ser única entre todos los mamíferos, estas criaturas tienen un origen sudamericano bastante primitivo y, a pesar de que hoy en día están representados por especies de pequeñas dimensiones, en la antigüedad sus miembros presentaban tamaños enormes, comparables a los de elefantes modernos en algunos casos; el clado se divide en los ordenes Pilosa (que contiene a perezosos y osos hormigueros) y Cingulata (donde se posiciona a armadillos y sus parientes cercanos como los gliptodontes), ambos presentes en los registros fósiles chilenos. Fuentes: Salvat, 1968; Croft, 2016.
Pilosa
Este orden es conocido en Chile sólo por vestigios pertenecientes a miembros del suborden Folivara, más conocidos como perezosos, grupo de animales que se extendió por todo el territorio nacional a través de diferentes épocas. Si bien algunos estudios genómicos parecen indicar que el origen de los folívoros se ubica hace unos 52 millones de años atrás, los registros fósiles más antiguos datan del Eoceno Tardío y el Oligoceno Temprano, justamente de este rango de tiempo se conoce a la especie de mayor edad del país, bautizada con el nombre de Pseudoglyptodon chilensis, una pequeña criatura de unos 30-40 kg que es además una de las formas más primitivas del clado conocidas a nivel mundial, siendo considerado como el primer perezoso fósil por algunos investigadores, aunque se ramificó del árbol evolutivo de sus parientes antes que cualquier otra especie. Entre sus arcaicas características podemos mencionar inusuales dientes de tres lóbulos que son similares morfológicamente a los presentes en gliptodontes blindados, aunque carecen de un tejido especial conocido como osteodentina, que se forma en el centro de los dientes de estos últimos, y su disposición es distinta, pues presenta cuatro a cada lado de sus mandíbulas superior e inferior; se conocen sólo dos especímenes de la especie que se han desenterrado en la Formación Abanico (Región de O'Higgins) y tienen una edad mínima estimada de 31.5 Ma (período Tinguirirican), pero esta última podría ser aún mayor. Fuentes: Croft, 2016; Delsuc et al., 2019; McKenna et al., 2006.
Tendremos que remontarnos al Mioceno temprano para encontrar a las familias de perezosos que siguen temporalmente en el registro fósil de Chile, una de ellas es Megatheriidae, que es también una de las más diversas y extendidas con las que cuenta el país, aunque las formas que datan de esa época son más primitivas y pequeñas respecto a las especies que aparecerían posteriormente, estas consisten en tan sólo cuatro registros procedentes del sur del territorio nacional, tres de ellos corresponden a individuos del género Hapalops, hallados en Sierra Baguales (Región de Magallanes), Laguna del Laja (Región del Biobío) y Pampa Castillo (Región de Aysén), estando datados para el Notohippidense (19-18 Ma), Mioceno tardío-temprano (17.70-16.40 Ma) y Santacrucense (17.5-16.3 Ma) respectivamente, mientras que el cuarto es un ejemplar de la especie Megathericulus friasensis reportado para Formación Río Frías (Región de Aysén), que fue bautizada en el país y ha sido datada para el período Friasense (16.3-15.5 Ma). De los dos anteriores el mejor conocido es Hapalops, pues se han hallado diversos especímenes en otras partes de Sudamérica que nos permiten hacernos una idea de como era su anatomía, se sabe por ejemplo que presentaba un tamaño mediano (de unos 20-60 kg) y sus extremidades parecen delatar que pudo haber sido un excavador ocasional, probablemente viviendo tanto en el suelo como en los árboles, aunque seguramente no se podía colgar debajo de las ramas como los perezosos modernos; en cuanto a Megathericulus, se sabe que era de pequeñas dimensiones y presentaba caracteres que son presumiblemente ancestrales para su subfamilia (Megatheriinae), lo que sugiere que es un taxón de divergencia temprana con respecto a otros miembros de la misma. Fuentes: Bostelmann et al., 2016; Bostelmann et al., 2012; Croft, 2016; Brandoni et al., 2017; Solórzano et al., 2021; Brandoni et al., 2019; Toledo et al., 2014; Flynn et al., 2002.
Para una temporalidad similar (17.5-16.3 Ma), se conoce también a los representantes chilenos más antiguos de Mylodontidae (otra de las grandes familias de perezosos del país), se trata de individuos del género Nematherium (una forma primitiva de unos 89 kg) hallados en Formación Cura Mallín (Región del Biobío) y en Formación Palomares (Región de Magallanes), los cuales podrían corresponder a las especies N. angulatum y N. birdi (mencionado como Neonematherium birdi por Canto y colaboradores) respectivamente. Otro milodóntido muy antiguo proviene de Formación Río Frías (datado en unos 18-15 Ma) y ha sido referido como Neonematherium sp. por Marshall y Salinas (1990a), pero se desconoce su estatus actual. Fuentes: Flynn et al., 2008; Marshall y Salinas, 1990a; Marshall, 1990; Croft et al., 2008a; Madrid, 2019; Charrier et al., 2015; Canto et al., 2010; Toledo et al., 2014.
Tras el registro de los taxones anteriores, las familias Megatheriidae y Mylodontidae no vuelven a aparecer en las formaciones chilenas del Cenozoico hasta el Pleistoceno, así que las dejaremos de lado un momento para presentar al siguiente grupo de perezosos que sigue en la línea de tiempo que hemos establecido, los miembros de Nothrotheriidae, cuyos primeros vestigios en Chile aparecen en rocas datadas en 11.4-10.7 Ma de la Formación Huaylas (Región de Arica), en donde Moreno et al. (2016) reportaron un perezoso indeterminado de la superfamilia Megatherioidea que posteriormente sería reconocido como un notrotérido aún por determinar. Posteriormente se conoce únicamente al género Thalassocnus en el país, taxón que cuenta con diversas especies identificadas desde el norte hasta la zona central, las que son: T. natans y posiblemente T. antiquus, procedentes de Formación Bahía Inglesa (Región de Atacama), T. carolomartini, hallado tanto en Formación Coquimbo (Región de Coquimbo) como en Formación Horcón (Región de Valparaíso), y finalmente T. littoralis y T. yaucensis, reportados también en esta última localidad del litoral central. Estos animales de tamaño medio (60-90 kg) vivieron del Mioceno Tardío al Plioceno Temprano y destacan por presentar evidencia de hábitos semiacuáticos, con una dieta basada parcialmente en algas varadas o pastos marinos, manteniéndose en aguas muy poco profundas, a excepción de T. carolomartini, que estaba adaptado para buscar alimento a varios metros de profundidad. Fuentes: Moreno et al., 2016; Moreno, 2020; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2012; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2015; Pyenson et al., 2014; Peralta-Prato y Solórzano, 2019; Croft, 2016; Muizon et al., 2004.
Finalmente llegamos a los últimos años del Pleistoceno Tardío, época en la que ya habían seres humanos en el territorio chileno, pero que convivieron con una fauna muy diferente a la que podemos ver hoy en día. En este período de tiempo, que finalizó hace unos 10,000 años atrás, volvemos a encontrar registros de los miembros de Megatheriidae, pero esta vez se trata de formas mucho más grandes de los mismos, estos consisten en diversos ejemplares del género Megatherium, cuyas especies de mayor talla alcanzaban los 3,500-4,000 kg, tamaño que los posiciona como una de las megabestias americanas más colosales de todas. En Chile se han hallado múltiples especímenes de estos perezosos sin identificar, tanto en el norte como en la zona central, de la Región de Antofagasta se conoce para los sitios Chiu Chiu, Río Salado y Kamac Mayu (los tres ubicados en Calama), mientras que en la Región Metropolitana se ha reportado en la localidad de Conchalí, siendo todos referidos como Megatheriidae indet.; de las regiones anteriores se conoce también a la única especie identificada en el país: Megatherium medinae, un megatérido de un tamaño más mediano (1,800 kg aproximadamente) encontrado en Las Posas (Chacabuco), Lo Hermida (Peñalolén), Pampa del Tamarugal (Región de Tarapacá) y en las tres localidades calameñas ya mencionadas (Chiu Chiu, Río Salado y Kamac Mayu). De Quebrada Maní (Región de Tarapacá) se conoce también un ejemplar asignado a Megatherium sp. Cabe señalar que cuando estos animales habitaron el desierto de Atacama este ya era una zona sumamente árida, sin embargo, aún conservaba algunos lagos (hoy desaparecidos) que permitieron su subsistencia. Fuentes: López et al., 2018; Croft, 2016; Lopéz et al., 2010; Labarca, 2015; Tamayo y Frassinetti, 1980; Frassinetti y Alberdi, 2001; Canto et al., 2010; Villavicencio et al., 2018; Herrera et al., 2019.
Del mismo período de tiempo (finales del Pleistoceno) se tiene constancia nuevamente de otra de las grandes familias de perezosos chilenos gigantes: Mylodontidae, que es por mucho la más abundante a lo largo del país y la mejor conocida dentro del mismo, pues sus restos en Chile incluyen incluso restos de piel y material genómico, proviniendo estos últimos del sitio Cueva del Milodón (Región de Magallanes), donde en 1885 se descubrió a la especie Mylodon darwini, un enorme animal de unos 1,600 kg de masa corporal que vivió en estos parajes australes hace unos 13,650-9,800 años (Pleistoceno-Holoceno), siendo reportado también para otras localidades de la Patagonia chilena como Pali Aike, la gruta de Fell (ambas de la misma región) y en el Sitio Baño Nuevo 1 (Región de Aysén), además de contar con restos del género sin identificar en sitios como Los Chingues, Puerto Natales (ambos de Magallanes), Pilauco (Región de Los Lagos), en donde se han hallado hasta 12 individuos, y Formación Quebrada Quereo (Región de Coquimbo). Otros milodóntidos encontrados en territorio chileno son Glossotherium robustum, conocido únicamente para Formación Cura-Mallín (Región de La Araucanía) y poseedor de unos 1,500 kg de masa corporal, y Scelidodon chiliense, reportado en Pampa del Tamarugal (Región de Tarapacá) y en Conchalí (Santiago), aunque la clasificación de este último reporte no está clara, y a todo lo anterior hay que sumar un integrante sin identificar de la subfamilia Scelidotheriinae desenterrado en San Bernardo (también en la Región Metropolitana). Adicionalmente se conocen restos indeterminados de la familia en un nuevo sitio sumergido bajo el agua en la costa de Quintero (Región de Valparaíso) que ha sido revelado informalmente. En general los Mylodontidae poseían dientes lobulados con superficies oclusales planas y se alimentaban de plantas de bajo crecimiento, aunque estudios isotópicos han revelado que Mylodon era un carnívoro ocasional (posiblemente un carroñero); además se sabe que algunas formas como Scelidodon tenían un estilo de vida gregario. Fuentes: Pérez y Pérez, 2016; Bellido, 2019; Canto et al., 2010; Pino et al., 2012; Labarca y López, 2006; Püschel et al., 2017; Labarca, 2015; Pérez et al., 2021; López y Mena, 2011; Velásquez y Mena, 2006; Castillo, 2018; Casamiquela, 1967; Canto et al., 2010; Croft, 2016; Tejada et al., 2021; El Mostrador, 2023.
Para terminar con el registro de Pilosa en Chile sólo queda mencionar hallazgos como el del megaloníquido de tamaño medio Diabolotherium nordeskioldi, conocido para el Pleistoceno del sitio Baño Nuevo-1 (Región de Aysén) y para Pampa del Tamarugal (Región de Tarapacá), y diferentes reportes indeterminados, como los de otros miembros de la familia Megalonychidae reportados en Sierra Baguales (Región de Magallanes) y Pampa Guadal (Región de Aysén), de edad Notohippidense (19-18 Ma) y Burdigaliana (16.5-16.0 Ma) respectivamente, de los que poco se sabe. De Sierra Baguales se conoce además un Megatherioidea indet., superfamilia conocida también de forma vaga para Formación Río Frías (Región de Aysén), de donde proviene un individuo que cuenta con igual clasificación datado para el Mioceno Medio (16.3-15.5 Ma). A todo lo anterior hay que agregar dos Xenarthra indet. del Pleistoceno Tardío procedentes del sitio Ojo de Opache (Región de Antofagasta) y la bahía de Quintero (Región de Valparaíso) respectivamente, los que podrían ser perezosos. Fuentes: Bostelmann et al., 2011; López y Mena, 2011; Bostelmann et al., 2013; Bostelmann y Buldrini, 2012; Bostelmann et al., 2016; Hernández et al., 2014; Bostelmann et al., 2012; López et al., 2018; Lopéz et al., 2010; El Mostrador, 2023.
Cingulata
Los cingulados, clado que agrupa a los armadillos y a sus parientes más cercanos, son fácilmente reconocibles por sus distintivas armaduras formadas por placas óseas, y representan el único linaje de xenartros que aún habita el territorio nacional, pues en la actualidad contamos con tres especies diferentes de "quirquinchos" que se extienden por el país (Chaetophractus vellerosus, C. villosus y Zaedyus pichiy), sin embargo, en el pasado la diversidad de este grupo era aún mayor, y en Chile poseemos un rico registro fósil que da cuenta de las diferentes familias y formas que alguna vez existieron. Hasta hace relativamente poco tiempo los gliptodóntidos eran separados taxonómicamente de todos los dasipódidos (en donde se incluía a los armadillos modernos), sin embargo, un reciente análisis llevado a cabo por Delsuc et al. (2016) ha determinado que en realidad los eufractinos, anteriormente posicionados entre los segundos, en realidad están más emparentados con los primeros, lo que ha llevado a ciertos cambios en la filogenia de estos animales, como la creación de Chlamyphoridae, familia que actualmente incluye a las subfamilias Euphractinae y Glyptodontinae (antaño conocida como Glyptodontidae). Lo anterior ha dejado a Dasypodidae con menos taxones integrantes, pero aún activa como agrupación taxonómica. Fuentes: Superina y Pasutti-Morales, 2016; Mella-Romero et al., 2020; Delsuc et al., 2016; González-Ruiz et al., 2020.
Los vestigios de armadillos eufractinos chilenos más antiguos conocidos provienen de Alto Río Simpson (Región de Aysén), estos datan de hace unos 39.9 Ma (Eoceno Medio) y corresponden a la especie Utaetus buccatus (2-3 kg), que es el único representante en Patagonia de la tribu Utaetini durante la subedad Barranquense, siendo además uno de los miembros del grupo más primitivos conocidos en todo el registro fósil. El siguiente hallazgo de mayor edad pertenece a Formación Abanico (Región de O'Higgins), de donde se conoce a las especies Barrancatatus tinguiririquensis y Parutaetus chilensis, ambas agrupadas en la subfamilia Euphractinae, siendo formas bastante primitivas de la misma, pues se encuentran datadas para el período Tinguirirican (36-29 Ma). De este clado se conoce también a los géneros Stenotatus (3.72 kg), Prozaedyus (1.12 kg) y Proeutatus (15.28 kg), todos procedentes de Formación Río Frías (Región de Aysén) y datados para el Friasense (16.3-15.5 Ma), géneros que han sido reportados también en otros lugares como Sierra Baguales en la Región de Magallanes (Proeutatus oenophorum, Proeutatus sp. y Stenotatus sp. del Notohippidense, 19-18 Ma), Formación Chucal en la Región de Arica (Stenotatus sp. de 17.5 Ma), Formación Cura-Mallín en las regiones de La Araucanía y Biobío (registro tentativo de Stenotatus estimado en 17.70-16.40 Ma y un Prozaedyus de la misma edad), Pampa Castillo (Prozaedyus sp., Proeutatus sp., Proeutatus oenophorus y Stenotatus sp. de 18.7 Ma) y Pampa Guadal (Stenotatus planus y Proeutatus oenophorus), perteneciendo estas últimas localidades a la Región de Aysén. Pueden mencionarse además los reportes de dos eufractinos indeterminados de las tribus Eutatini y Euphractini respectivamente, el primero de los cuales procede de Sierra Baguales (Región de Magallanes) y se encuentra datado en 19-18 Ma (tratándose posiblemente de la especie Paraeutatus distans, aunque esto último no ha podido determinarse aún), mientras que el segundo proviene de Formación Huaylas (Región de Arica) y data de hace unos 11.7-10.7 Ma, por lo que es el material fósil más reciente del clado en nuestro país. Sumado a todo lo anterior, algunos materiales provenientes de Formación Río Frías y Sierra Baguales han proporcionado evidencia de la presencia del género Vetelia (incluida la especie V. puncta) en el sur de Chile, taxón que recientemente fue reasignado a la subfamilia Tolypeutinae (también integrada en Chlamyphoridae), siendo el único representante de esta última en el país y uno de los clamifóridos más grandes conocidos dentro del mismo (sólo superado por los gliptodontes chilenos), pues sus estimaciones de masa corporal se acercan a las del moderno Priodontes maximus (60 kg), conocido popularmente como "armadillo gigante". Fuentes: Bostelmann et al., 2021; Bostelmann y Pérez-Barria, 2021; Croft, 2016; Carlini et al., 2009; Bostelmann et al., 2012; Canto et al., 2010; Bostelmann et al., 2013; Bostelmann et al., 2016; Flynn et al., 2002; Hernández et al., 2014; Solórzano et al., 2019; Solórzano et al., 2021; Vizcaíno et al., 2006; Moreno et al., 2016; font-size: 1.25rem;">Barasoain et al., 2021; Matamala et al., 2022; Bostelmann et al., 2022.
En cuanto a Glyptodontinae, nuestro país ostenta un registro de formas bastante primitivas, reportadas para cuatro localidades chilenas hasta el momento, siendo la gran mayoría de ellas asignadas a Propalaehoplophorinae (a excepción de un único descubrimiento indeterminado), antigua subfamilia cuyo estatus actual es incierto tras la nueva filogenia de cingulados propuesta por Delsuc et al. (2016). Los más antiguos del grupo en el territorio nacional provienen de estratos Notohippidenses (19-18 Ma) de Sierra Baguales (Región de Magallanes), conociéndose por tres osteodermos aislados que han permitido identificarlos como Propalaehoplophorinae indet., aproximadamente de la misma temporalidad se conoce también a la especie chilena más antigua: Parapropalaehoplophorus septentrionalis, procedente de Formación Chucal (Región de Arica), que ha resultado ser unos de los gliptodontes más primitivos de todos, factor que lo hace importante para comprender la evolución temprana del clado. Luego, de forma más tardía, se conocen en la Región de Aysén diferentes hallazgos como el de un Propalaeohoplophorus sp. en Pampa Castillo (17.5-16.3 Ma), un espécimen indeterminado (que parece relacionarse con los géneros Propalaehoplophorus y Cochlops) en Pampa Guadal (16.5-16.0 Ma), y la especie Eucinepeltus petesatus, conocida para Formación Río Frías (16.3-15.5 Ma). Ya para el Serravalliense (hace unos 12.8 Ma) se sabe de un ejemplar reconocido sólo hasta el nivel de familia (Glyptodontidae) hallado en Formación Cura-Mallín (Región de La Araucanía). Fuentes: Bostelmann et al., 2013; Bostelmann y Buldrini, 2012; Bostelmann et al., 2016; Charrier et al., 2015; Hernández et al., 2014; Croft, 2016; Bostelmann et al., 2012; Croft et al., 2003a; Charrier et al., 2015; Solórzano et al., 2019; Delsuc et al., 2016; Flynn et al., 2002.
Si bien algunos de los últimos gliptodóntidos alcanzaron dimensiones enormes, las formas encontradas en Chile son de un tamaño más bien mediano, por ejemplo, Parapropalaehoplophorus septentrionalis poseía una masa corporal de unos 65-95 kg y Eucinepeltus petesatus una aún mayor de 115 kg (lo que convierte al taxón en el cingulado más grande del registro fósil chileno), pero en general presentaban las características típicas del grupo, como un caparazón alto y abovedado en el que casi todos los osteodermos están sólidamente unidos entre sí de forma rígida (como en tortugas y anquilosaurios), en lugar de flexible como el de los armadillos, con estos últimos se diferencian también en la forma corta de su hocico, su cráneo más alto y sus complejos dientes hipselodontes de tres lóbulos. Fuentes: Croft, 2016; Vizcaíno et al., 2013; Bostelmann et al., 2013.
Por otro lado, Chile cuenta con algunos vestigios asignados a dasipódidos, entre los que se encuentra uno de los armadillos más antiguos del registro fósil chileno, se trata de un ejemplar de la tribu Astegotheriini hallado en Alto Río Simpson (Región de Aysén) que data del Eoceno Medio (39.9 Ma), y sumado al registro anterior se conocen sólo dos géneros agrupados en la familia Dasypodidae que no han sido reasignados a Chlamyphoridae tras el análisis de Delsuc et al. (2016), entre los que se encuentran especímenes provenientes de Sierra Baguales (Región de Magallanes, 19-18 Ma) asignados a Pseudostegotherium sp. (correspondiendo probablemente a una nueva especie y siendo el registro más tardío y austral de su tribu en el cono sur), Stegotherium notohippidense (11.47 kg) y Stegotherium aff. S. caroloameghinoi, este último también hallado en Formación Río Frías (Región de Aysén). El mejor conocido de estos taxones, Stegotherium, ha llamado particularmente la atención debido a su peculiar anatomía, que incluye un cráneo alargado y prolongado, similar al de los osos hormigueros. Además, en 1990 se mencionó la existencia de un nuevo género y especie de stegotheriine Dasypodinae procedente de Formación Río Frías (Región de Aysén), pero estos restos nunca fueron publicados en detalle y actualmente podrían corresponder al registro de Stegotherium aff. S. caroloameghinoi revelado recientemente para la localidad. Fuentes: Bostelmann et al., 2021; Bostelmann y Pérez-Barria, 2021; Bostelmann et al., 2016; Delsuc et al., 2016; González y Scillato-Yané, 2009; González y Scillato-Yané, 2008; Vizcaíno et al., 2006; Bostelmann et al., 2012; Bostelmann et al., 2022.
Chile cuenta también con otra curiosa familia de cingulados prehistóricos, que es además una de las más extrañas de todas, nos referimos a Peltephilidae, un grupo de animales similares a armadillos que en la actualidad se encuentra totalmente extinto, pero que nos dejaron fascinantes fósiles que revelan su curiosa anatomía, la que incluía un caparazón extremadamente flexible (sin áreas sólidamente fusionadas), osteodermos casi cuadrados y la presencia de un par de llamativas estructuras similares a cuernos (que en realidad son dos raros osteodermos) ubicados en su cráneo cuya función no es segura, aunque se piensa que pudieron ser utilizados para la defensa, cabe destacar además que en algún momento se concibieron como carnívoros, sin embargo, estudios más recientes han indicado que no fueron lo suficientemente rápidos como para perseguir presas, y sus extraños dientes y mandíbulas eran probablemente más adecuados para consumir alimentos duros como tubérculos subterráneos o invertebrados. Su registro en territorio chileno se concentra principalmente en el norte grande (Región de Arica) e incluye a Epipeltephilus caraguensis, procedente de Formación Huaylas (datado en 11 Ma), y restos más antiguos de un ejemplar del género Peltephilus (11.07 kg) hallados en Formación Chucal (17.5 Ma), los que fueron atribuidos por Croft (2016) a la especie P. ferox. Se conocen también otros dos hallazgos de Peltephilidae en Formación Río Frías (Región de Aysén) y Laguna del Laja (Región del Biobío), pero se trata de individuos indeterminados del Friasense (16.3-15.5 Ma) y Mioceno tardío-temprano (17.70-16.40 Ma) respectivamente. Recientemente se han añadido otros ejemplares sureños procedentes de Pampa Castillo (18.7 Ma) y Sierra Baguales (18.7-18.2 Ma), el primero de ellos referido como Peltephilus sp. y el segundo como Peltephilus strepens, siendo este último el reporte más austral del clado en el país. Fuentes: Croft, 2016; Hernández et al., 2014; Montoya-Sanhueza et al., 2017; Bostelmann et al., 2012; Canto et al., 2010; Vizcaíno et al., 2006; Solórzano et al., 2021; Matamala et al., 2022; Bostelmann et al., 2022.
Es importante señalar que, a pesar de que los integrantes de Peltephilidae son conocidos como "armadillos cornudos", en realidad este apodo no es muy acertado, pues estos organismos sólo están emparentados lejanamente con ellos dentro de Cingulata (pertenecen a una rama filogenética diferente), de hecho, y como ya se mencionó anteriormente, los eufractinos y dasipódidos son más cercanos evolutivamente a los gliptodontes que a los peltephilidos. Fuente: Croft, 2016.
Platirrinos
Los monos del nuevo mundo
Si bien se sabe que durante gran parte del Cenozoico Sudamérica fue un continente aislado donde se generó una fauna endémica bastante particular, también existen diversas evidencias que dan cuenta de algunas migraciones de mamíferos provenientes de otros lugares del mundo, como es el caso de los miembros de Platyrrhini, que llegaron desde África hasta América del Sur en misteriosas circunstancias que aún no están claras, se ha propuesto por ejemplo que cruzaron mediante balsas naturales o a través de un puente terrestre formado por múltiples islas que unió alguna vez ambos continentes, sea como sea, los platirrinos se extendieron por gran parte de la región, llegando incluso hasta la Patagonia, aunque en la actualidad sólo habitan zonas neotropicales desde el sur de México al norte de Argentina. Los más antiguos de estos monos sudamericanos datan del Eoceno Tardío de Perú, siendo seguidos temporalmente por vestigios bolivianos de unos 26 Ma, tras lo cual nos encontramos por fin con el registro chileno de mayor edad, nos referimos a los restos de la especie Chilecebus carrascoensis, un primate que posiblemente perteneció al linaje de los cébidos (Cebidae) y que vivió en lo que hoy es la Formación Abanico (Región de O'Higgins) hace unos 20 Ma. Fuentes: Tejedor y Novo, 2016; Sellers, 2000; Flynn et al. (1995).
Flynn et al. (1995) estimaron un tamaño para Chilecebus en un rango de entre 1.0 a 1.2 kg, lo que los llevó a pensar que poseía un nivel bajo de encefalización, pues su caja cerebral parecía bastante pequeña respecto a las dimensiones del resto del cuerpo, sin embargo, estimaciones más recientes sugieren una masa corporal mucho menor, de unos 582.62 g, provocando que su cerebro ahora se considere poseedor de una proporción bastante grande, otros estudios han aportado aún más conocimiento al tema, llegando a descubrirse que este órgano poseía ciertas características más complejas de las esperadas para un primate tan antiguo, hecho que ha desembocado en que se reformule la manera en la que se concebía la evolución cerebral de los simios en general, por otro lado, también se sabe que era de hábitos diurnos y que fue un trepador bastante ágil. Fuentes: Tejedor y Novo, 2016; Sears et al., 2008; Ni et al., 2019; Ni et al., 2010.
Otros monos fósiles chilenos han sido reportados con menos detalles en las formaciones Cura-Mallín (Región de La Araucanía), de donde se conocen restos de Platirrini indet. datados para finales del Mioceno Medio, y Río Frías (Región de Aysén), localidad que cuenta con la mayor diversidad de estos animales en el país, pues ahí se han hallado individuos indeterminados relacionados con cébidos, un ejemplar aparentemente vinculado al pitécido Carlocebus (que presenta además rasgos presentes en antropoides del Paleógeno africano) y diversos registros del género Proteropithecia, incluida la especie P. neuquenensis y otros dos ejemplares, uno de ellos indeterminado y otro que podría representar un nuevo taxón, todos poseedores de unos 1.6 kg de masa corporal. Los vestigios anteriores datan del Friasense (16.3-15.5 Ma) y pertenecen a los primates más tardíos registrados hasta el momento en la Patagonia. Fuentes: Solórzano et al., 2019; Solórzano et al., 2020; Bobe et al., 2015; Tejedor y Novo, 2016; Bobe et al., 2022.
Segunda Parte: Los Invasores Norteños
Durante millones de años Sudamérica se mantuvo aislada de otros continentes, lo que permitió que desarrollara una fauna endémica bastante rica y única, conformada por diversos grupos de depredadores y herbívoros que consiguieron sobrevivir hasta finales del cenozoico, a pesar de lo anterior, se conocen particulares casos de migraciones animales desde otras partes del mundo, como la llegada de los monos platirrinos desde África, sin embargo, ninguna fue tan determinante para la región como el "Gran Intercambio Biótico Americano" (GABI), evento que tuvo lugar hace unos 3-3.5 millones de años (finales del Plioceno) cuando se formó el actual istmo de Panamá, que unió las tierras americanas del norte con las del sur, permitiendo que diversos mamíferos de distribución norteña pisaran suelo sudamericano y viceversa, es así como llegaron al actual territorio chileno gran parte de los grupos de organismos que lo habitan en la actualidad. Fuentes: Pelegrin et al., 2017; Tejedor y Novo, 2016.
Lo anterior, sumado también a diversos cambios ambientales, culminó en la extinción de gran parte de la fauna endémica sudamericana, la que fue relevada por las nuevas formas de mamíferos placentarios procedentes de América del Norte, que acabaron siendo de los más abundantes hacia finales del Pleistoceno, época en la que convivieron incluso con los primeros humanos que llegaron a suelo chileno. A continuación indagaremos en estas fascinantes familias que invadieron nuestro territorio hasta hacerse con la supremacía. Fuente: Pelegrin et al., 2017.
Felinos
Un Chile de leones y tigres dientes de sable
En la actualidad el felino más grande de Chile es el puma (P. concolor), sin embargo, hasta hace unos 10,000 años atrás, nuestro país contaba con algunas de las formas de félidos más colosales que han pisado nuestro planeta, el mayor de estos era Panthera atrox, también conocido como "león americano", un enorme depredador de unos 2.5-3.5 m de largo cuyas mayores estimaciones de masa corporal se ubican entre los 350-430 kg (para los machos), con lo que supera en un 25% a los leones africanos modernos (Panthera leo) y se posiciona como unos de los felinos de mayor tamaño conocidos de todos los tiempos, además, se sabe que, a diferencia de estos últimos, los machos de la especie no poseían melena y tenían cerebros proporcionalmente más grandes, aunque se asemejaban a sus parientes modernos en ámbitos como su pelaje rojizo, que en su caso presentaba franjas oscuras y de color amarillento, y en el estilo de vida gregario que llevaban, pues vivían en grupos conformados por varios ejemplares que deambulaban por hábitats abiertos y secos, alimentándose de enormes animales que embestían en grupos para luego llevar sus restos a las cavernas donde se asentaban. Entre sus presas potenciales se encontraba incluso el mismísimo Mylodon, pues se han hallado especímenes del género con marcas de mordida atribuibles a este asesino. Fuentes: Chimento y Agnolin, 2017; Christiansen y Harris, 2009; Martin y Klein, 1984; Montellano-Ballesteros y Carbot-Chanona, 2009; Vidal, 2014.
Los primeros restos de león americano en territorio nacional incluían material óseo y piel, hallándose estos en el sitio Cueva del Milodón (Región de Magallanes), y fueron descritos por Santiago Roth en 1899, época en la que se le consideró como el miembro de Felidae de mayores dimensiones conocido para Sudamérica, siendo bautizado por el científico como "Iemish listai", posteriormente dichos vestigios volverían a ser analizados por Cabrera (1934), quien los asignaría a una subespecie de jaguar denominada actualmente Panthera onca mesembrina; no sería hasta 2017 que un equipo de investigadores lograría al fin identificar los huesos como pertenecientes a Panthera atrox, a los que hay que sumar varios otros ejemplares repartidos en locaciones magallánicas como Cueva del Medio, Cueva del Lago Sofía, Cueva de los Chingües, Cueva del Puma y Tres Arroyos 1 (en Tierra del Fuego), presentando todos una edad de 13,560-10,200 años. Es importante señalar que los registros anteriores fueron atribuidos en algún momento a la ya mencionada Panthera onca mesembrina, esto hasta que fueron reevaluados por Chimento y Agnolin (2017), no obstante, aún existen vestigios de este último taxón en la Provincia de Última Esperanza que no han sido reasignados a P. atrox (entre los que se encuentran algunos procedentes de Cueva Chica) y otros reportes tentativos sugieren su presencia en zonas más septentrionales del país, como Formación Quebrada Quereo (Región de Coquimbo) y Baño Nuevo 1 (Región de Aysén). Este segundo gran félido chileno es conocido como "jaguar patagónico" y era muy similar a su pariente moderno (P. onca), diferenciándose principalmente por poseer dimensiones un tanto mayores (de hasta 190 kg) y habitar cuevas, pero presentando igualmente rasgos representativos de jaguares, como un pelaje con manchas, extremidades cortas y macizas, un cuerpo robusto y una cabeza comparativamente grande. Relatos mapuches como el del "Nahuel" y ciertas referencias históricas realizadas por exploradores europeos (escritas a partir de 1522) han permitido desarrollar una hipótesis que propone la presencia de pequeños grupos de jaguares en Chile que podrían haber sobrevivido hasta tiempos históricos (tal vez incluso hasta la década de 1850), sin embargo, dicha idea no cuenta con evidencia suficiente por el momento. Fuente: Chimento y Agnolin, 2017; Labarca, 2015; Latorre et al., 1991; Labarca y López, 2006; López, 2007; López et al., 2015; López y Mena, 2011; Ladera Sur, 2021; Diaz, 2010.
Otro enorme felino que habitó nuestra Patagonia fue la especie Smilodon populator, el más grande de todos los tigres dientes de sable (Machairodontinae) conocidos, pues con su masa corporal estimada en unos 220-360 kg superaba a su pariente norteamericano S. fatalis en casi un 50%. La característica principal de este animal eran sus dos enormes colmillos de hasta 28 cm de largo hasta la corona, cuya utilidad ha sido un tema de debate durante años, pues, mientras algunos investigadores proponen que el taxón tenía una mordida débil y sus caninos eran frágiles, otros se inclinan por lo contrario, principalmente debido a diversas evidencias reportadas recientemente en otros países sudamericanos, como la presencia de heridas, probablemente provocadas por un macairodontino, en huesos de un gliptodonte y marcas en cráneos de la propia especie S. populator que parecen sugerir peleas entre ellos mismos, registros que evidentemente apoyan la idea de que dichos dientes alargados en forma de cuchilla pudieron servir para atacar presas o penetrar huesos. El registro de este depredador en el país es el más austral del mundo para la especie y se limita tan sólo a la Región de Magallanes, donde se ha constatado su presencia en localidades como Cueva Lago Sofía 4, Cueva del Medio, Cueva del Milodón y Tres Arroyos 1, por lo que probablemente convivió con otros grandes félidos de la época, como Panthera atrox y Panthera onca mesembrina, siendo el segundo de mayor tamaño entre estos. Fuentes: Prieto et al., 2010; Christiansen y Harris, 2005; Chimento et al., 2019; Croft, 2016; Labarca et al., 2008a; Chimento y Agnolin, 2017; Labarca, 2015.
Finalmente pueden mencionarse registros vinculados posiblemente a grandes felinos prehistóricos en zonas de Los Vilos (Región de Coquimbo), como el Valle de los Caballos y El Avistadero, y también en Pilauco (Región de Los Lagos), consistentes en huesos de animales herbívoros como Palaeolama, milodóntidos y gonfoterios que presentan señales de depredación por parte de enormes carnívoros sin identificar, aunque una tibia de gonfotérido procedente de Pilauco presenta claros signos de haber sido mordida por un felino de grandes proporciones. Además, existen restos óseos en la Región de Magallanes que delatan la presencia milenaria en la zona de las especies modernas Puma concolor (Cueva del Milodón y Cueva Fell) y Leopardus colocolo (Cueva Fell y Tres Arroyos 1). Fuentes: López, 2007; Silva, 2020; Labarca et al., 2012a; Labarca et al., 2012b.
Cervidae
Los rumiantes de enormes ornamentas
El Huemul (Hippocamelus bisulcus), el Taruca (Hippocamelus antisensis) y el Pudú (Pudu puda) son los tres únicos cérvidos endémicos que habitan el territorio chileno en la actualidad, siendo formas bastante pequeñas dentro de Cervidae, sin embargo, en la antigüedad existió un ciervo de gran tamaño corporal que consiguió extenderse por diversas partes de Chile, se trata de la especie Antifer ultra, un rumiante agrupado en la subfamilia Capreolinae que era similar en dimensiones al actual género Blastocerus y poseía dos enormes astas anchas con una ramificación dicotómica irregular, las que han sido comparadas morfológicamente con las del reno (Rangifer tarandus) y el Megaloceros por algunos autores. El primer registro temporal de A. ultra en nuestro país data de hace unos 150,000 años y proviene de Pudahuel (Región Metropolitana), tras lo cual vuelve a aparecer en estratos con una edad aproximada de 35,000 años de la localidad de Tagua Tagua (Región de O'Higgins), luego en sitios arqueológicos datados en unos 14,600 años como Pilauco y Monte Verde (ambos de la Región de Los Lagos) para finalmente restringirse a un rango de tiempo comprendido entre unos 11,600-9,300 años atrás, época en la que estuvo presente en zonas de Los Vilos como Formación Quebrada Quereo (Región de Coquimbo) y, de nueva cuenta, en Tagua Tagua, siendo ambos los registros más recientes del taxón en Sudamérica. Cabe señalar que Casamiquela (1984) describió huesos recolectados en algunos de los lugares anteriores y los asignó a la especie Antifer niemeyeri (bautizada por él mismo), pero, años más tarde, estudios realizados por Labarca y Alcaraz (2011) determinaron que en realidad dichos restos pertenecían a A. ultra, volviendo a A. niemeyeri un sinónimo de este último. Fuentes: Durán, 2012; Labarca, 2015; Labarca y Alcaraz, 2011; Labarca et al., 2020; Ramírez y Ramos, 2018; Guerrero 2016; Espinoza, 2015; Frassinetti y Alberdi, 2001; Labarca y López, 2006; Casamiquela, 1984.
Algunos de los pequeños cérvidos que continúan viviendo en Chile también cuentan con registros fósiles y subfósiles que demuestran su presencia en nuestro territorio desde épocas milenarias, el más abundante de estos es el Huemul (Hippocamelus bisulcus), que ha sido reportado en localidades pleistocénicas (de hace 10,000 años aproximadamente) como Las Pozas (Hacienda de Chacabuco, Región Metropolitana), Tagua Tagua (Región de O'Higgins), Los Vilos (Quereo I y II, Región de Coquimbo), Cueva de Las Guanacas (Región de Aysén), Cueva Lago Sofía (1 y 4) y Cueva del Milodón (estas últimas situadas en la Región de Magallanes), además de múltiples vestigios más recientes (9,500 a 5,000 años atrás) provenientes del Sitio Baño Nuevo 1 (Región de Aysén). Fuentes: Durán, 2012; Tamayo y Frassinetti, 1980; Frassinetti y Alberdi, 2001; Labarca y Alcaraz, 2011; Velásquez y Mena, 2006; Labarca et al., 2012b.
El Pudú (Pudu puda) es mucho menos abundante en el registro fósil chileno en comparación al Huemul, aunque de Pilauco (Región de Los Lagos) se conoce un ejemplar datado en unos 13,350 años que es considerado el espécimen de la especie de mayor edad en América. Otros dos ejemplares se conocen también en Cueva de Las Guanacas (Región de Aysén), consistentes en un juvenil y un adulto. Por otro lado, se conocen vestigios de Cervidae indet. en la bahía de Quintero (Región de Valparaíso), revelados de forma informal para un nuevo sitio sumergido bajo el mar. Fuentes: Pino et al., 2012; Espinoza, 2014; Labarca et al., 2008b; El Mostrador, 2023.
Ursidae
Los osos chilenos
Actualmente Sudamérica cuenta con un sólo representante viviente de la familia Ursidae, Tremarctos ornatus, cuya distribución no incluye el territorio chileno, sin embargo, en la misma subfamilia que contiene a este último (Tremarctinae) se agrupa también al extinto género Arctotherium, que hace miles de años llegó hasta la Patagonia y dio origen a diversos taxones, entre los que se encuentra A. tarijense, la única especie de oso conocida para Chile, cuyos primeros restos en nuestro país fueron reportados en 1900 por Smith Woodward, quien se encontraba analizando diferentes fragmentos de mamíferos provenientes de Cueva del Milodón (Región de Magallanes), posteriormente dichos vestigios fueron atribuidos a Pararctotherium pamparum (sinónimo de A. vetustum) por Oliver-Schneider (1935), pero Soibelzon (2004) determinó que en realidad todos los restos de úrsidos fósiles patagónicos correspondían a A. tarijense, por lo que esa es su clasificación en la modernidad. Al hallazgo anterior del taxón se suma otro reportado para Cueva del Puma, localidad cercana ubicada en la misma región, siendo ambos los osos más australes que han habitado América, aunque vivieron durante finales del Pleistoceno (10,345 años atrás aproximadamente). Además, recientemente la distribución de A. tarijense se ha extendido mucho más al norte, pues se han reportado vestigios suyos en Puchuncaví (Región de Valparaíso), señalando su presencia en la zona central. Este enorme omnívoro poseía una dieta basada en carroña y vegetales de diferentes tipos, y sus mayores estimaciones de tamaño le asignan unos 360 kg de masa corporal. Fuentes: Vela-Vargas et al., 2011; Labarca, 2015; Oliver-Schneider, 1935; López et al., 2015; Prevosti et al., 2003; Soibelzon, 2004; Bostelmann et al., 2022b.
Otros vestigios asignados a Arctotherium sp. han sido reportados para Cueva de Los Chingues (Región de Magallanes) y Sitio Baño Nuevo 1 (Región de Aysén), este último data de hace unos 13.500-11.200 años y parece tener similitudes morfológicas con la especie A. vetustum, aunque presenta un tamaño mayor. Finalmente puede mencionarse un registro atribuido a Ursidae indet. proveniente de Pilauco (Región de Los Lagos), que representa el único carnívoro de gran tamaño identificado entre la fauna fósil del lugar y el primer reporte chileno de osos fuera de la Patagonia. Fuentes: López et al., 2015; Lopéz y Mena, 2011; Pino et al., 2013.
Camelidae
Los camellos sudamericanos
Los camélidos de la tribu Lamini son algunos de los representantes más emblemáticos de la fauna sudamericana en la actualidad, y en Chile pueden encontrarse sus dos géneros principales: Lama y Vicugna, sin embargo, las formas que llegaron a estas zonas sureñas desde América del Norte incluían una diversidad aún mayor a la moderna, lo que se ve reflejado en la enorme cantidad de fósiles pertenecientes a miembros extintos de Camelidae que se han encontrado por todo nuestro territorio, algunos de los cuales presentaban tamaños mucho más grandes respecto a sus parientes modernos. El registro más antiguo del clado en nuestro país consiste en huellas (de 10.1 cm de largo y 9.9 cm de ancho) halladas en el Santuario Natural "Bosque fósil de Punta Pelluco" (Región de Los Lagos), que podrían datar de hace 52,300-44,300 años atrás y han sido asignadas a Lamaichnum guanicoe. Fuentes: Marin et al., 2007; Labarca et al., 2015; López et al., 2005; López et al., 2018; Canto et al., 2010; Abramson et al., 2017; Campos-Medina y Moreno, 2018; Campos-Medina et al., 2022.
Mucho más adelante en el tiempo nos encontramos con el género Palaeolama, que es uno de los más conocidos en tierras chilenas para finales del Pleistoceno (12,000-9,370 años atrás), estando presente en al menos cuatro localidades de Los Vilos (Región de Coquimbo), Quintero (Región de Valparaíso), Chacabuco (Región Metropolitana), Monteverde (Región de Los Lagos), Los Sauces y Malleco (ambas locaciones pertenecientes a la Región de la Araucanía), aunque la única especie que ha podido identificarse (posiblemente) es P. weddelli, reportada en Ensenada el Negro, Quebrada El Membrillo, Valle de Los Caballos y Las Monedas (locaciones pertenecientes a la localidad ya mencionada de Los Vilos). Además, nuevos vestigios de camélidos provenientes de una localidad sumergida bajo el mar en la bahía de Quintero (Región de Valparaíso) parecieran corresponder al taxón, aunque estos sólo han sido revelados informalmente. En general se piensa que Palaeolama poseía unos 300 kg de masa corporal, cifra bastante cercana a las que presentan algunos camellos modernos de la tribu Camelini (dromedarios y bactrianos). Fuentes: Labarca et al., 2015; López et al., 2005; López et al., 2018; Canto et al., 2010; Abramson et al., 2017; Díaz-Medina, 2017; Campos-Medina et al., 2022; El Mostrador, 2023.
Otro representante extinto de Camelidae en Chile fue Hemiauchenia paradoxa, que ha sido reportada únicamente para el Sitio Pilauco (Región de Los Lagos) y presentaba un tamaño cercano a los 1,000 kg, masa corporal que convierte al taxón en el camélido más grande que ha habitado el territorio nacional en todos los tiempos. Labarca (2015) menciona además a la especie extinta Vicugna provicugna para los sitios Kamac Mayu y Ojo de Opache (Región de Antofagasta), aunque López et al. (2018) parece sugerir que dichos vestigios podrían pertenecer en realidad a Lama gracilis, una forma similar, tanto morfológicamente como en dimensiones, a la moderna V. vicugna, este animal se extinguió a principios del Holoceno y ha sido registrado también en Cueva Lago Sofía 4 (Región de Magallanes) y Formación Quillagua (Región de Antofagasta). Fuentes: Labarca, 2015; López et al., 2018; Labarca et al., 2008b; Lundgren et al., 2020; Figueroa-Bravo et al., 2022.
Lama owenii, reportada para Baño Nuevo 1 (Región de Aysén), Cueva del Medio y Tres Arroyos 1 (Región de Magallanes), es la última especie de gran tamaño que puede mencionarse para el registro fósil chileno, pero cabe destacar que dicho taxón ha sido considerado como un sinónimo de Palaeolama major por algunos autores, y se ha sugerido que los ejemplares hallados en Chile podrían ser en realidad especímenes primitivos de L. guanicoe, camélido que habría presentado una disminución de su tamaño desde el Pleistoceno final hasta la actualidad. Fuera de todo lo ya mencionado, se conocen restos asignados a Lama sp. en las localidades de Pica (Región de Tarapacá), Los Vilos (Región de Coquimbo), Los Sauces (Región de la Araucanía), Cueva del Medio y Cueva Lago Sofía 4 (Región de Magallanes), a los que se suman camélidos no especificados de gran talla presentes en Cueva Baño Nuevo 1 (Región de Aysén), Marchigüe (Región de O'Higgins), Aguas de Ramón y Pique Vivaceta de la comuna de Conchalí (Región Metropolitana), y uno de dimensiones pequeñas mencionado para Quintero (Región de Valparaíso). Fuentes: López et al., 2018; Labarca, 2015; Canto et al., 2010; López et al., 2008.
Por otro lado, hay constancia de Camelidae indet. en Cueva de Las Guanacas (Región de Aysén), Quebrada Maní (Región de Tarapacá), Formación Quillagua (Región de Antofagasta) y la bahía de Quintero (Región de Valparaíso), y se conocen dos registros que no cuentan con mucha información (más allá de pequeñas menciones) provenientes de Cueva Fell y Cueva Pali Aike (Región de Magallanes) respectivamente. También existen restos óseos de edades milenarias pertenecientes a taxones que aún viven en la modernidad, como Lama guanicoe, que cuenta con vestigios en Cueva Las Guanacas (Región de Aysén), Cueva Los Chingues y Cueva del Milodón (Región de Magallanes), Vicugna sp., procedente de Quebrada Maní (Región de Tarapacá) y Vicugna vicugna, presente en Cueva Lago Sofía 4 y Tres Arroyos (localidades magallánicas). Fuentes: Labarca et al., 2008b; Labarca, 2015; Canto et al., 2010; Villavicencio et al., 2018; López et al., 2018; El Mostrador, 2023.
Canidae
El aullido del lobo
Las tierras sudamericanas permitieron el desarrollo de diferentes clados de zorros, incluyendo el único género que habita hoy en día Chile: Lycalopex (L. culpaeus, L. griseus y L. fulvipes), sin embargo, antaño existían muchas más formas de estos cánidos en la región, y en el registro fósil de nuestro país es sumamente conocida la especie extinta Dusicyon avus, una forma robusta y de gran tamaño (16 kg de masa corporal), más grande que el zorro culpeo, que poseía una dieta con mayor componente cárneo en comparación a los zorros actuales, pudiendo cazar presas de hasta 63 kg. Sus vestigios en Chile se distribuyen principalmente en la Patagonia (Baño Nuevo 1, Cueva del Milodón, Cueva de Pali Aike, Cueva Fell, Cueva Los Chingues, Cueva Lago Sofía 1, Cueva del Medio y Tres Arroyos 1), pero se conocen también restos asignados a Dusicyon cf. avus en Quereo (Región de Coquimbo) y Dusicyon sp. en Pampa del Tamarugal (Región de Tarapacá). Además, debido a que varios de los restos pertenecientes a grandes herbívoros en la localidad de Baño Nuevo 1 (Región de Aysén) presentan signos de daño atribuibles a miembros indeterminados de Canidae (siendo D. avus el único identificado en el sitio), se especula que este animal pudo haber robado o aprovechado presas cazadas y consumidas por depredadores de mayores dimensiones, como Panthera onca mesembrina y Arctotherium, y algunos de sus huesos hallados en puntos patagónicos poseen marcas de instrumentos de piedra, indicando que habrían sido consumidos por los tempranos habitantes humanos de estas localidades. Si bien el taxón es principalmente conocido para el Pleistoceno final, algunos de sus materiales chilenos recolectados en Baño Nuevo 1 y Cueva Fell señalan que perduró hasta el Holoceno Temprano-Medio. Fuentes: Labarca, 2015; Alvarado, 2011; Caviglia, 1985; Prevosti et al., 2011; Canto et al., 2010; López y Mena, 2011.
Por otro lado, Villavicencio et al. (2018) reportaron los restos de un cánido indeterminado que destacaba por su gran tamaño en Quebrada Maní (Región de Tarapacá), sin embargo, este ejemplar permaneció sin una identificación taxonómica específica por varios años, hasta que finalmente Caro et al. (2023) pudieron asignar dichos vestigios a cf. Aenocyon dirus, representando la primera ocurrencia de un lobo en el registro fósil chileno. Este depredador, conocido también como el "lobo gigante" o "lobo terrible", poseía un peso estimado en 60-68 kg, siendo más robusto respecto a los lobos grises actuales (Canis lupus), y se distribuyó desde América del Norte (donde aparece en sitios de Canadá, Estados Unidos y México) hasta Sudamérica (contando con registros previos en Perú, Venezuela, Bolivia y Argentina), por lo que fue uno de los carnívoros más comunes del pleistoceno americano. Además, estudios genéticos parecen señalar que este animal fue el último miembro de un antiguo linaje, distinto al de todos los cánidos vivos, que no ha sobrevivido hasta nuestros días. Fuentes: Villavicencio et al., 2018; Villavicencio, 2020; Caro et al., 2023; Ruiz-Ramoni y Montellano-Ballesteros, 2019; Perri et al., 2021; Rodríguez, 2021.
Vestigios asignados a Canidae indet. datados para el Pleistoceno han sido hallados también en Chacabuco (Región Metropolitana), Quebrada Maní (Región de Tarapacá), bahía de Quintero (Región de Valparaíso), Tagua Tagua (Región de O'Higgins) y Ojo de Opache (Región de Antofagasta), pero el último reporte podría tratarse del género Dusicyon (aunque parece ser más grande) y los materiales de la penúltima locación podrían haber sido asignados a Lycalopex culpaeus por Labarca et al. (2020), esta especie moderna, conocida popularmente como "zorro culpeo", cuenta además con restos milenarios reportados en Cueva Las Guanacas (Región de Aysén), Cueva del Medio y Cueva Fell (Región de Magallanes). Fuentes: Canto et al., 2010; López et al., 2010; Villavicencio et al., 2018; Labarca et al., 2020; Labarca et al., 2008b; El Mostrador, 2023.
Equidae
Caballos en Chile antes de la Conquista
Los équidos se originaron en América del Norte hace aproximadamente 50 millones de años, pero llegaron por primera vez a Sudamérica durante el Plioceno tardío - Pleistoceno temprano, época en la que aparecen los primeros registros del género Hippidion, el más antiguo de la región, que además fue endémico de la misma y perduró hasta hace unos 10,000 años aproximadamente, alcanzando a convivir con los primeros pobladores humanos de esta parte del mundo, miles de años antes de la llegada de los europeos y sus caballos. En Chile los vestigios más antiguos de estos animales provienen de Ovalle (Región de Coquimbo) y La Chimba (Región de Antofagasta), en donde se han hallado huesos y huellas (Ichnhippus cotaposi) respectivamente, materiales que se encontraron depositados en niveles estratigráficos de edad Plio-Pleistocena, factor que parece indicar que ambos pertenecen a la especie Hippidion devillei, debido principalmente al biocrón de este taxón, pero dicha inferencia es tan sólo hipotética (aunque bastante probable). Algunas locaciones con restos no especificados de caballos prehistóricos son La Rinconada (Región de Tarapacá), Río Salado (Región de Antofagasta), Llanos de Guallillinga, Salamanca (Región de Coquimbo), Barnechea, Lo Prado, Pudahuel (Región Metropolitana), Placilla (Región de O'Higgins), Nirivilo, Sauzal de Cauquenes (Región del Maule), Chillán (Región de Ñuble), Lagunas de San Pedro (Región del Biobío), Carahue y Pucón (Región de la Araucanía), sin embargo, en el territorio nacional existen algunos taxones ampliamente estudiados e identificados, los que serán abordados a continuación. Fuentes: López y Rojas, 2018; Labarca, 2015; Moreno et al., 1991.
Como ya se mencionó, el género Hippidion es probablemente el de mayor edad en el país, al datar del Plioceno-Pleistoceno Inferior (correspondiendo posiblemente a H. devillei), pero el taxón se vuelve aún más abundante a finales del Pleistoceno Superior (hace unos 21,380-10,310 años atrás), estando representado por especies como H. saldiasi, reportado para la cuenca de Calama (Betecsa 1, Ojo de Opache y Kamac Mayu), Santiago (Santa Rosa de Chena y Chacabuco) y la Patagonia (Cueva Las Guanacas, Baño Nuevo 1, Cueva Lago Sofía 1, Cueva del Medio, Cueva Fell y Pali Aike, Tres Arroyos 1, Cueva del Milodón, Cueva de los Chingues, Cueva Cerro Sota, Cueva de Las Ventanas y Cueva Lago Sofía 4), y H. principale, confirmada para el sitio Taguatagua (Región de O'Higgins) y posiblemente presente en Tierras Blancas (Región de Valparaíso) y Chacabuco (Región Metropolitana), además, existen materiales asignados a Hippidion sp. provenientes del Salar de Surire (Región de Arica) y Quebrada Maní (Región de Tarapacá), correspondiendo los primeros al hallazgo más norteño de mamíferos Pleistocenos en Chile. En general, este caballo primitivo se caracterizaba por poseer extremidades robustas y un cráneo comparativamente prominente en relación al esqueleto postcraneal, con una hendidura profunda al nivel de la retracción del hueso nasal a la altura del tercer molar, y su tamaño variaba dependiendo de la especie, pues, por un lado, H. principale era la más grande, con unos 483 kg de masa corporal, seguida por H. saldiasi (265.60 kg) y finalmente por H. devillei (250 kg), la menos pesada de las tres. Fuentes: Labarca, 2015; López y Rojas, 2018; Frassinetti y Alberdi, 2001; Labarca et al., 2020; Villavicencio et al., 2018; Fuenzalida, 1936; Bernor et al., 2020.
De forma posterior a la llegada de Hippidion al subcontinente, otro caballo (de un linaje diferente) ingresó a las tierras sudamericanas, se trata de Equus (Amerhippus), que presentaba un gran cráneo poseedor de una marcada cresta supraoccipital, que además era proporcionalmente grande en relación al esqueleto postcraneal, con una región preorbital y nasal estrecha, lo que, sumado al acortamiento de la parte distal de sus extremidades, le daban una apariencia bastante característica. La única especie del taxón confirmada por suficiente evidencia para Chile es Equus (Amerhippus) andium, un équido de unos 220 kg que durante el Pleistoceno Superior se distribuyó en localidades como Valle del Elqui (Región de Coquimbo), La Calera (Región de Valparaíso), Pilauco y Monte Verde (Región de Los Lagos), otros vestigios conocidos sólo hasta el nivel de subgénero se han reportado también en La Vega (Región de Antofagasta), Chacabuco, Conchalí, Colina, Punta de Rieles (Región Metropolitana), Quintero (Región de Valparaíso), Concepción (Región del Biobío), Huimpil (Región de La Araucanía), Pampa del Tamarugal (Región de Tarapacá), Taguatagua (Región de O´Higgins) y Quereo (Región de Coquimbo), cabe señalar que los restos recolectados en las dos últimas localidades mencionadas parecen tener similitudes morfológicas con los taxones de gran tamaño E. (A.) santaeelenae y E. (A.) insulatus. También existen materiales asignados a Equus sp. provenientes de Quereo (I y II), Tongoy (Región de Coquimbo), Lagunillas (Región de Valparaíso), San Bernardo (Santiago) y Estero de Coyanco (Región del Biobío), además de nuevos materiales asignados a Equidae que podrían corresponder al taxón en la bahía de Quintero (Región de Valparaíso). Fuentes: López y Rojas, 2018; Labarca, 2015; Frassinetti y Alberdi, 2001; Messer, 2016; El Mostrador, 2023.
Gomphotheriidae
Los proboscídeos pleistocénicos del territorio chileno
La diversidad de proboscídeos en la antigüedad era mucho mayor respecto a la que podemos observar actualmente, y su distribución incluía muchas más zonas del mundo, tales como Europa, Asia y América, en donde dieron origen a múltiples familias que hoy han desaparecido totalmente de nuestro planeta. Entre todos estos linajes extintos del pasado encontramos a la familia Gomphotheriidae, cuyos miembros colonizaron Sudamérica hace unos 3-2.5 Ma, y estuvieron presentes en territorio chileno desde hace por lo menos 52,300-44,300 años atrás, según parecen constatar huellas fósiles asignadas a Proboscipeda cf. P. australis (de unos 41.8 cm de largo y 42.2 cm de ancho) halladas en Punta Pelluco (Región de Los Lagos), tras lo cual siguen apareciendo en sitios arqueológicos de todo el país en niveles datados para el final del Pleistoceno. Los gonfoterios se caracterizaban por poseer un cráneo largo y deprimido con molares que presentan un patrón de cúspide en forma de cúpula a lo largo de cada diente, además incluían formas que llegaron a poseer hasta cuatro colmillos, pero sus últimos representantes sudamericanos eran bastante similares a los elefantes modernos. El registro de estos animales en Chile es sumamente abundante, pues, mediante la revisión de múltiples fuentes, en este apartado se han constatado para las regiones de Tarapacá (Pisagua y Pintados), Antofagasta (Río Salado), Coquimbo (Los Vilos, Quereo I, Quereo II, Tongoy y Limahuida), Valparaíso (Catapilco, Cachagua, Llampaico, Tierras Blancas, Casablanca, Algarrobo y Lagunillas), O'Higgins (Taguatagua I y II, Cerro del Chivato, Chorro de la Vieja, Paredones y Marchigüe), Metropolitana (Chacabuco, Batuco, Cerrillos, La Reina, Malloco, El Trebal y Melipilla), Maule (Cauquenes, Talca y Parral), Biobío (Estero de Coyanco y Concepción), Ñuble (Chillán), Araucanía (Alto de Boroa, Los Sauces, Galvarino, Nueva Imperial y Carahue), Los Ríos (Valdivia, La Plata, El Trébol, Máfil, Fresia, La Unión y Río Bueno) y Los Lagos (San Pablo de Tramalhue, Pilauco, Monte Verde, Mulpulmo, Nochaco y Chiloé). Fuentes: Carrillo-Briceño, 2017; MNHN, 2016; Chávez-Aponte et al., 2008; Frassinetti y Alberdi, 2000; Frassinetti y Alberdi, 2001; Frassinetti y Alberdi, 2005; Canto et al., 2010; Díaz, 2013; Recabarren et al., 2014; Labarca, 2015; Labarca et al., 2016; Pichincura, 2014; Campos-Medina et al., 2022.
Durante años se ha discutido respecto a la clasificación taxonómica de los restos pertenecientes a gonfotéridos chilenos, estando en duda si pertenecen a un sólo taxón (Notiomastodon platensis) o si existe una segunda especie (Cuvieronius hyodon) presente entre estos registros, controversia que ha desembocado en varios análisis de diferentes expertos a lo largo de los años, aunque los más recientes sugieren que sólo N. platensis puede ser confirmado para Chile, en particular Mothé et al. (2017) revisan y establecen la distribución de ambos taxones dejando a C. hyodon fuera del territorio nacional y asignando todos los hallazgos de Gomphotheriidae en nuestro país a N. platensis, pero otros autores como Labarca et al. (2016) sólo le atribuyen los vestigios reportados en el área Centro-Sur, los que en general comprenden un rango temporal de 18,700-9,100 años atrás (dataciones obtenidas para los restos de Mulpulmo y Quereo respectivamente), con la excepción de las osamentas procedentes de El Trébol (Región de Los Ríos), cuya edad de 29,708-31,712 años las convierte en las más antiguas del país. Notiomastodon poseía un cráneo elefantoídeo con dientes bunodontos y defensas ("colmillos") levemente curvados, y su tamaño se ha estimado en unos 6,865 kg de masa corporal, además, antaño muchos de sus restos en Chile fueron asignados a Stegomastodon platensis, sin embargo, en la modernidad estos dos se consideran sinónimos. Cabe señalar que, a pesar de todo lo ya mencionado, siguen existiendo múltiples osamentas que no han podido ser asignadas con fiabilidad a N. platensis y siguen siendo conocidas tan sólo como Gomphotheriidae indet., como es el caso de los huesos desenterrados en el sitio Tagua Tagua. Fuentes: González-Guarda, 2019; Labarca, 2015; Labarca et al., 2016; Frassinetti y Alberdi, 2005; Canto et al., 2010; Díaz, 2013; Recabarren et al., 2014; Mothé et al., 2017; Labarca y López, 2006; Trindade-Dantas et al., 2017; Trindade-Dantas, 2022; Cumsille-Núñez y Pino, 2016; Labarca et al., 2020.
Antaño múltiples fuentes asignaban gran parte de los restos de gonfoterios chilenos a Cuvieronius hyodon, sin embargo, debido a lo expuesto en el párrafo anterior, la mayoría han sido reasignados a Notiomastodon platensis, aunque cabe señalar que dos molares provenientes de Pilauco parecen tener características morfológicas asignables a C. hyodon, volviendo posible que dicha forma sí haya habitado en el país de forma hipotética, a lo que hay que agregar diversos registros atribuidos por generalidad a N. platensis que aún no han sido revisados individualmente en nuevos estudios. Recientemente Alberdi y Prado (2022) han vuelto a mencionar a Cuvieronius hyodon para el territorio chileno, estableciendo que habitó el corredor andino de nuestro país, expandiéndose también por la zona litoral sur, aunque no especifican a qué ejemplares se refieren. Este proboscídeo poseía un cráneo más largo y bajo respecto a los elefantes modernos, con "colmillos" (incisivos) retorcidos poseedores de una banda de esmalte en espiral que recorría toda su longitud, además se sabe que tenía otros dos pequeños incisivos vestigiales (presentes sólo en unos pocos individuos inmaduros) en su mandíbula inferior y le han sido estimados unos 3,500 kg de masa corporal. Fuentes: Frassinetti y Alberdi, 2000; Frassinetti y Alberdi, 2001; Frassinetti y Alberdi, 2005; Canto et al., 2010; Díaz, 2013; Recabarren et al., 2014; Labarca, 2015; Labarca et al., 2016; González-Guarda, 2019; Constabel-Grau et al., 2014; Croft, 2016; Mothé et al., 2016; Smith y DeSantis, 2020; Alberdi y Prado, 2022.
Otros vestigios asignados por algunos autores a Gomphotheriidae indet. han sido reportados para al menos tres zonas diferentes del norte grande, destacando un fragmento dorsal de costilla proveniente de Río Salado (Región de Antofagasta) y materiales no especificados hallados en Pisagua (Región de Tarapacá), lo que expande la distribución de esta familia de proboscídeos en territorio chileno de forma más septentrional, aunque es muy poco lo que sabe sobre ellos y aún no es posible asignarlos con certeza a Notiomastodon platensis, especie que por el momento sólo es conocida para las zonas Centro-Sur del país. Con los registros anteriores, y sumando un reporte mencionado por Frassinetti y Alberdi (2001) para Cia. Minera El Cobre (ubicación inexacta), serían 53 las localidades con restos de gonfoterios ubicadas mediante bibliografía en este apartado, pero Labarca (2015) sugiere al menos 55, y Campos-Medina et al. (2022) elevan la cifra a 60. Finalmente pueden mencionarse reportes de pelos recolectados en Pilauco que, debido a la similitud de sus escamas con las del taxón Mammuthus primigenius, podrían ser asignadas a proboscídeos. Fuentes: Labarca, 2015; Díaz, 2013; Frassinetti y Alberdi, 2001; SoyChile, 2017; Pérez-Marin et al., 2014; Campos-Medina et al., 2022.
Tercera Parte: Bestias del Mar
Cetáceos
Titanes de las profundidades
Los miembros de Cetacea aparecieron en el planeta hace unos 53.5 Ma (Eoceno Temprano), y evolucionaron a partir de artiodáctilos terrestres, ungulados que dieron origen a los primeros arqueocetos, primitivos cetáceos que gradualmente comenzaron a internarse en el agua hasta perder completamente la capacidad de caminar en tierra firme, de dicho linaje se originarían más tarde los grupos a los que pertenecen las ballenas modernas: Mysticeti y Odontoceti, el primero de los cuales llevaría a la aparición del animal más grande que ha existido en este planeta, la ballena azul (Balaenoptera musculus), que habita hoy en día aguas chilenas junto a otras 42 especies de cetáceos y cuyos mayores ejemplares alcanzan 33.3 metros de longitud y más de 160 toneladas de peso. El registro de osamentas pertenecientes a ballenas prehistóricas en Chile se remonta a épocas tan antiguas como el Siglo XVIII, cuando Juan de Ojeda reportó un esqueleto hallado por él mientras escarpaba en el cerro Colo Colo (Región del Biobío) buscando materiales de construcción durante el año 1793, a unas veinte varas sobre el nivel del mar. Fuentes: Miller, 2007; Medrano-González, 2014; Gutstein et al., 2015; Hucke-Gaete y Ruiz Troemel, 2010; Howes et al., 2019; Cartes-Montory, 2015.
Archaeoceti
Los cetáceos más antiguos conocidos en el mundo son los miembros de Archaeoceti, que fueron los primeros del grupo en incursionar los mares del planeta, millones de años antes que otros clados más derivados como los odontocetos y misticetos (a quienes dieron origen), aunque muchos de ellos conservaban aún la capacidad de movilizarse por tierra. La presencia de arqueocetos en Chile fue sugerida por primera vez en el trabajo de Gutstein et al. (2015), quienes especularon que, debido al registro del clado en Perú y en la Antártida, era cuestión de tiempo para que aparecieran vestigios de ellos en el territorio nacional, al encontrarse este entre ambas zonas, sin embargo, no sería hasta el año 2020 que se revelaría la existencia de restos paleógenos pertenecientes a Cetacea en la Patagonia chilena por parte del paleontólogo Enrique Bostelmann durante una charla organizada por el Servicio Nacional de Patrimonio Cultural, los que fueron hallados en la localidad de Sierra Baguales (Región de Magallanes) y provenían de estratos datados para el Eoceno Medio (45-40 Ma). Si bien los fósiles anteriores continúan en estudio y aún no se conoce a qué familia pertenecen, es importante destacar que los materiales antárticos y peruanos, que datan de períodos de tiempo similares (49.5-37 Ma), han sido asignados principalmente a Basilosauridae, más específicamente a la subfamilia Dorudontinae, representada en tierras antárticas por el género Zyghoriza y en Perú por las especies Ocucajea picklingi y Supayacetus muizoni, aunque cabe señalar que se ha registrado una segunda taxa en este último país: Protocetidae, que incluye a la especie Peregocetus pacificus de la Formación Yumaque (42.6 Ma), caracterizada por poseer cuatro patas funcionales con dedos palmeados y pezuñas que le permitían una locomoción terrestre. Fuentes: Miller, 2007; Gutstein et al., 2015; Bostelmann, 2020, 40m55s; Buono et al., 2011; Uhen et al., 2011; Lambert et al., 2019.
Estudios moleculares sugieren que durante el Eoceno Medio (38-39 Ma) algunos arqueocetos dieron origen al clado conocido como Neoceti, que a su vez integra a los parvordenes Odontoceti y Mysticeti, en este grupo taxonómico se encuentra probablemente el segundo registro más antiguo de cetáceos en Chile, también proveniente de Sierra Baguales (Región de Magallanes), el que consiste en materiales asignados a Cetacea indet. que datan del Mioceno Inferior (21-19 Ma). Fuentes: Lambert et al., 2017a; Muizon et al., 2019; Miller, 2007; Bostelmann, 2020, 1h2m50s.
Mysticeti
El clado Mysticeti es el más primitivo dentro de los neocetos, y se piensa que su linaje se remonta a los antiguos basilosáuridos, aunque, a diferencia de sus ancestros, los misticetos desarrollaron una alimentación mediante filtrado, consistente en acumular una gran cantidad de agua que contiene a sus presas (principalmente invertebrados pequeños como el krill) en la boca, para luego expulsarla reteniendo el alimento en su interior con la ayuda de estructuras llamadas barbas, que fueron progresivamente reemplazando a sus dientes originales. Fuentes: Lambert et al., 2017a; Muizon et al., 2019; Miller, 2007; Buono, 2013; Hucke-Gaete y Ruiz Troemel, 2010.
El misticeto más antiguo conocido hasta el momento es la especie Mystacodon selenensis, hallada en la Formación Paracas (Perú) y datada en 36.4 Ma (Priaboniano), tras lo cual se conocen también restos indeterminados provenientes de la Antártida (de unos 34 Ma), sin embargo, los registros fósiles de estas ballenas en Chile, por el momento, comienzan a partir de estratos datados para el Mioceno Medio (16.4-8.4 Ma) de la Formación Bahía Inglesa, e incluyen vestigios asignados a Mysticeti Indet. y Thalassotherii Indet., aunque los de mayor edad pertenecen a individuos indeterminados de la familia Cetotheriidae, que agrupa cetáceos de tamaño pequeño (en comparación a sus parientes), con dimensiones que rondan los 6.5 metros de longitud, y que aún continúan habitando en el país representados por la especie Caperea marginata, pero en el pasado fueron mucho más diversos, pues de la misma localidad se conoce además un ejemplar más temprano referido como aff. Herpetocetus sp., y en Formación Navidad (Región de Valparaíso) se registran vestigios atribuidos en algún momento al taxón Plesiocetus sp., asignación considerada actualmente inválida, debido a que no se ha podido corroborar, al considerarse extraviados sus materiales, caso similar al de un supuesto Plesiocetopsis sp. reportado para el Río Rapel (Región de O'Higgins), aunque, para la ribera sur de dicha localidad, Brito-Montero (2014) menciona un segundo ejemplar chileno del género Plesiocetus que fue hallado junto a un individuo sin determinar de la misma familia, pero es importante señalar que el taxón actualmente es considerado un nomen dubium debido a revisiones como la de Bisconti y Bosselaers (2021). A todo lo anterior podemos agregar especímenes misticetos pliocenos provenientes de Formación Coquimbo (Región de Coquimbo) y Formación Horcón (Región de Valparaíso) que, debido a sus morfologías, parecen corresponder a cetoteríidos, algunos inclusive siendo confirmados como tales en ciertos trabajos como el de Horwitz y Gutstein (2014). Fuentes: Lambert et al., 2017a; Muizon et al., 2019; Buono, 2013; Gutstein et al., 2015; D'Elía et al., 2020; Canto et al., 2010; Brito-Montero, 2014; Bisconti y Bosselaers, 2021; Muñiz et al., 2014; Horwitz y Gutstein, 2014.
Otras ballenas con bastante antigüedad en el país son las que integran Balaenopteriidae, conocidas desde estratos datados para el Mioceno Tardío en adelante, aunque sus fósiles en el territorio nacional se concentran principalmente en Formación Bahía Inglesa (Región de Atacama), donde se han reportado hasta 31 ejemplares hallados en Cerro Ballena, pero la clasificación taxonómica de la mayoría es conocida tan sólo hasta el rango de familia por el momento, a excepción de un ejemplar referido como aff. Balaenoptera acutorostrata, fuera de este sitio, se conocen materiales asignados a Balaenoptera sp. en Quebrada Tricao (Región de Valparaíso), y en la localidad de Los Maitenes (dentro de la misma región) se conocen hasta 35 sitios con restos de misticetos indeterminados datados para el Mioceno-Plioceno que muy probablemente corresponden a balenoptéridos debido a su morfología. Destaca además la mención de la especie "Megaptera" hubachi para Bahía Herradura de Guayacán (Formación Coquimbo), pero esta última se considera actualmente inválida, y para la misma edad (Plioceno), se registran en Lomas del Sauce (también en la Región de Coquimbo) hasta dos ejemplares asignados a Balaenopteridae indet. Cabe señalar que esta familia de cetáceos sigue presente en Chile con bastante variedad de especies, entre las que se encuentran Megaptera novaeangliae, Balaenoptera bonaerensis, B. acutorostrata, B. physalus, B. borealis, B. edeni y la gran B. musculus (ballena azul). Fuentes: Gutstein et al., 2015; Horwitz y Gutstein, 2014; Brito-Montero, 2014; De Pablo et al., 2009; Correa et al., 2014; Partarrieu et al., 2015; D'Elía et al., 2020.
Existen también registros de la familia Balaenidae, todos restringidos al Mioceno Tardío, estos incluyen un ejemplar indeterminado y uno referido como aff. Balaena mysticetus, ambos provenientes de Formación Bahía Inglesa (Región de Atacama), a los que se suma una mención del taxón Morenocetus sp. para Reñaca (Región de Valparaíso), sin embargo, esta última asignación es considerada inválida en la actualidad y el espécimen permanece en la incertidumbre, pues podría ni siquiera ser un balénido, cuestión que se ve intensificada producto de que sus fósiles no se encuentran disponibles para su estudio hoy en día, de forma similar, se tiene constancia de menciones relacionadas con posibles balénidos en la localidad de El Culebron (Región de Coquimbo) por parte de Salinas (1988) y Yáñez y Canto (1991), sin embargo, estos vestigios no fueron conservados y se disgregaron en terreno, por lo que son conocidos únicamente mediante ilustraciones y fotografías; este clado sólo se encuentra representado de forma moderna en Chile por la especie Eubalaena australis. Finalmente en cuanto a osamentas conocidas hasta el nivel familiar, se puede mencionar un único registro indeterminado asignado al grupo taxonómico denominado Eschrichtiidae, de los que actualmente sobrevive sólo la ballena gris (Eschrichtius robustus), que no habita el territorio chileno, por lo que es un clado extinto en el país, dicho material proviene de Formación Bahía Inglesa (Región de Atacama) y data del Mioceno Tardío. Fuentes: Gutstein et al., 2015; Horwitz y Gutstein, 2014; Brito-Montero, 2014; Canto et al., 2010; Salinas, 1988; Yáñez y Canto, 1991; D'Elía et al., 2020; Bisconti y Varola, 2006.
Diversos materiales del Neógeno (principalmente del Mioceno) asignados a Mysticeti indet. son conocidos también para localidades como Playa Larga, Quirilluca (ambos de la Región de Valparaíso), Navidad, Licancheu (Región de O´Higgins) y Ancud (Isla de Chiloé, Región de Los Lagos), siendo este último atribuido a Neobalaena simpsoni durante varios años, hasta que en la actualidad se ha determinado que no es posible identificar al espécimen de forma tan específica. Otras fuentes mencionan el descubrimiento de misticetos en un terreno montañoso al suroeste de la ciudad de Chile Chico (Región de Aysén) en 1986, pero la edad de estos no ha sido determinada con mucha exactitud, pues basaltos asociados a la zona arrojan edades que van desde 34.2 a 9.1 millones de años, aunque Flynn et al. (2002) acotan su antigüedad al Mioceno (debido a su asociación con sedimentos marinos de dicha temporalidad). Además, Benites-Palomino et al. (2022) han reportado de forma reciente nuevos restos de misticetos indeterminados en Formación Horcón (Región de Valparaíso), los cuales fueron dejados en terreno y datan del Plioceno Superior, y Brito-Montero (2014) menciona varios cetáceos sin determinar para Pupuya, Matanzas, La Boca, El Yali, Llolleo y San Antonio (localidades de la Región de O'Higgins) que podrían también pertenecer al clado. Fuentes: Correa et al., 2014; Tamayo y Frassinetti, 1980; Gutstein et al., 2015; Flynn et al., 2002; Benites-Palomino et al., 2022; Brito-Montero, 2014.
Odontoceti
Se piensa que los neocetos integrados en Odontoceti aparecieron poco después que los misticetos, hace unos 34 Ma aproximadamente (probablemente a finales del Eoceno o principios del Oligoceno), originados a partir del mismo linaje que estos últimos, sin embargo, la radiación de sus clados principales ocurrió durante edades más tardías (29.05-15.55 Ma), estos grupos se caracterizaron (y aún se caracterizan) principalmente por la presencia de un órgano de ecolocalización y dientes en sus mandíbulas (con algunas excepciones). El registro confirmado de estos cetáceos en Chile comienza en estratos del Mioceno Tardío de diferentes localidades, aunque de dicha temporalidad llama la atención en particular una mención de restos asignados a Squalodon sp. provenientes de La Herradura (Región de Coquimbo) por parte de Oliver-Schneider (1935), autor que parecía tener una gran certeza y confianza en su clasificación según explica en el trabajo, desgraciadamente dichos vestigios no han podido ser localizados en la actualidad y, por ende, su asignación es incierta, pero han sido mencionados en diversas fuentes bibliográficas posteriores. Los miembros de la extinta familia Squalodontidae poseían una marcada heterodoncia especializada, característica que no se encuentra presente en ningún odontoceto actual, con dientes proximales que recuerdan mucho a los de tiburones. Fuentes: Valerio y Laurito, 2012; Chen et al., 2011; Miller, 2007; Martín-Díaz, 2018; Jefferson et al., 1993; Gutstein et al., 2015; Oliver-Schneider, 1935; Hermosilla, 1975; Tamayo y Frassinetti, 1980; Salinas, 1988; Canto et al., 2010; Laurito et al., 2011.
El linaje de los cachalotes (Physeteroidea) tiene también un origen muy primitivo que se remonta al Oligoceno temprano, pero sus representantes más antiguos en territorio chileno están datados para el Mioceno Tardío, edad de la que se conocen restos de individuos pertenecientes a la familia Physeteridae provenientes de Formación Bahía Inglesa (Región de Atacama) y Formación Licancheu (Río Rapel, Región de O'Higgins), asignados a cf. Scaldicetus sp. y aff. Idiorophus sp. respectivamente. Cabe señalar que el género Idiorophus (de unos 6.07 metros de longitud) es uno de los fiseteroideos más primitivos conocidos a partir de materiales craneanos en buen estado de preservación, y actualmente algunos autores consideran a Scaldicetus un sinónimo suyo. Además se tiene constancia de un espécimen indeterminado de la familia Kogiidae en la primera localidad mencionada y Oliver-Schneider (1935) menciona posibles materiales fósiles, atribuidos por él a Physeter sp., que fueron depositados en el Museo del Colegio de San Pedro Nolasco (Región Metropolitana), pero cuya procedencia y edad son desconocidas, por lo que su validez es incierta en la modernidad. Fuentes: Benites-Palomino y Urbina, 2020; Paolucci et al., 2019; Gutstein et al., 2015; Paolucci, 2022; Oliver-Schneider, 1935; Tamayo y Frassinetti, 1980; Pyenson et al., 2011.
A pesar de los descubrimientos anteriores, probablemente el hallazgo más importante de un fiseteroideo en Chile sean los vestigios óseos pertenecientes a Livyatan melvillei, un enorme carnívoro de 13.5-17.5 metros de longitud que poseía la mordida asesina más grande de cualquier tetrápodo registrado, a lo que se suman los dientes de mayor tamaño entre los vertebrados (exceptuando las defensas), rasgos que, junto a sus 57 toneladas estimadas, lo convierten en uno de los mayores macro depredadores de todos los tiempos. Los restos de este coloso en el país continúan en estudio y se limitan a la Formación Bahía Inglesa (Región de Atacama), consistiendo en varios dientes de 12 cm de diámetro y 36 cm de largo que fueron revelados por Pyenson et al. (2011) y descritos con mayores detalles en Gutstein et al. (2015), estos autores no señalan su edad específica, sin embargo, se sabe que los huesos craneales de la especie en Cerro Colorado (Perú) datan del Tortoniano (9.9-8.9 Ma). Fuentes: Gutstein et al., 2015; Pyenson et al., 2011; Lambert et al., 2010; Díaz-Sibaja, 2019; Villafana y Rivadeneira, 2014; Lambert et al., 2017b.
La Formación Bahía Inglesa cuenta además con un gran número de materiales pertenecientes a odontocetos agrupados en Inioidea, superfamilia que incluye a los delfines de río sudamericanos modernos (Inia spp. y Pontoporia blainvillei), siendo estos asignados a Pliopontos sp., Pontistes sp., Brachydelphis mazeasi y Brachydelphis jahuayensis, todos de la familia Pontoporiidae y hallados en el sitio Mina Fosforita (Mioceno Tardío), a los que se suma un ejemplar referido como Pontoporiidae indet. procedente de Caleta Herradura (Formación Coquimbo, Mioceno Tardío-Plioceno). Fuentes: Gutstein et al., 2015; Gutstein et al., 2008; Valdés-Chadwick, 2019; Canto et al., 2010.
Delphinoidea, el grupo hermano de Inioidea que integra a parientes más cercanos de los delfines actuales, también está presente en el Mioceno Tardío y Plioceno de Formación Bahía Inglesa, estando representado por tres familias, por un lado tenemos a la Phocoenidae (en donde se agrupa a las marsopas modernas), que cuenta con un individuo indeterminado en Mina Fosforita, por otro a la Delphinidae (restringida a una edad pliocena en este lugar), presente con un espécimen del género Hemisyntrachelus, y finalmente a la Odobenocetopsidae, registrada en Cerro Ballena a partir de materiales asignados a Odobenocetops sp., taxón conocido informalmente como "delfín morsa", debido a sus dos alargados colmillos de diferente tamaño (uno corto y otro más elongado), este último no ha podido ser identificado hasta el nivel de especie, pero cuenta con diferentes características que lo relacionan con las dos especies conocidas del género (O. peruvianus y O. leptodon). Más adelante en el tiempo (Plioceno Superior) aparecen restos asignados a Delphinoidea indet. en Formación Horcón (Región de Valparaíso), con lo que finaliza el registro de fósiles del caldo en Chile, aunque posteriormente aparecen subfósiles que vale la pena mencionar, como los vestigios de Delphininae indet. y Delphinus delphis (el delfín común) del Holoceno de Isla de Pascua (sitio Ahu Tahai). Fuentes: Gutstein et al., 2015; Gutstein et al., 2008; Valdés-Chadwick, 2019; Canto et al., 2010; Benites-Palomino et al., 2022; Bianucci et al., 2006; Orliac et al., 2020; Steadman et al., 1994.
El último grupo de odontocetos del registro fósil chileno que falta abordar es Ziphioidea, representado en Bahía Inglesa (Mina Fosforita, Mioceno Tardío) por un Ziphiidae indet., este clado agrupa a los modernos zifios y se encuentra presente en Chile actualmente con los géneros Berardius, Hyperoodon, Mesoplodon, Tasmacetus y Ziphius. Fuera de lo anterior sólo se puede mencionar un Odontoceti indet. del Plioceno tardío hallado en Formación La Cueva (Región de O'Higgins), que fue mencionado como Delphinus domeykoi (actualmente considerado un nomen nudum) por Phillipi (1887), siendo el primer registro bibliográfico de un odontoceto en el país. Además, Canto et al. (2010) mencionan a un Globicephala sp. para el Mioceno medio-Plioceno tardío de San Antonio (Región de Valparaíso), pero dicho taxón no es mencionado en trabajos posteriores. por lo que su estatus actual es desconocido. Fuentes: Gutstein et al., 2015; Gutstein et al., 2008; Valdés-Chadwick, 2019; D'Elía et al., 2020; Phillipi, 1887; Canto et al., 2010.
Dugongidae
Un leve canto de sirenas
Los dugónguidos componen una de las dos familias modernas del orden Sirenia, un grupo de mamíferos que, al igual que los cetáceos, son completamente acuáticos, aunque sus orígenes se remontan a tierra firme, pues los primeros representantes del clado eran cuadrúpedos de hábitos anfibios que vivieron hace unos 50 Ma en lugares como Jamaica y Senegal. A pesar de este primitivo origen, los sirenios no llegarían a las aguas sudamericanas hasta el Neógeno tardío, representados únicamente por la familia Dugongidae, que ingresó a los mares chilenos durante el Mioceno, época en la que las costas del norte de nuestro país presentaban un ambiente somero con abundancia de pastos marinos (posiblemente de la especie Zostera tasmanica), que era su principal alimento, por lo que la disminución gradual de dichas plantas acabó marcando la desaparición definitiva de estos peculiares herbívoros en el territorio nacional. Fuentes: Kerber y Moraes-Santos, 2021; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2015.
El único registro de Sirenia en Chile data del Mioceno tardío y proviene de la localidad denominada "Las Arenas" (Formación Bahía Inglesa, Región de Atacama), en donde fue hallado un molariforme que, debido a su tamaño y morfología, ha sido asignado a la especie Nanosiren sanchezi, un pequeño dugónguido de unos 2 m de largo y 150 kg de masa corporal que es uno de los sirenios post-eocénicos de menor tamaño conocidos. Dicho taxón fue descubierto previamente en Formación Urumaco (Venezuela) y es uno de los miembros más basales de la subfamilia Dugonginae luego de Crenatosiren olseni, siendo además el ancestro probable de formas norteamericanas como N. garciae de Formación Upper Bone Valley (Florida, Estados Unidos). Nanosiren presentaba dos pequeños colmillos de forma cónica y un rostro fuertemente desviado, características indicativas de que pastaba en aguas más someras respecto a otros de sus parientes, y su descubrimiento en territorio chileno es el más austral conocido para el género. Fuentes: Valenzuela-Toro y Gutstein, 2012; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2015; Domning y Aguilera, 2008; Velez-Juarbe et al., 2012.
Pinnípedos
Conquistadores del Pacífico Sur
La superfamilia Pinnipedia, integrada en el Orden Carnívora, incluye a las modernas familias Phocidae (focas y elefantes marinos), Otariidae (lobos y leones marinos) y Odobenidae (morsas), cuyos miembros se caracterizan por poseer alargados cuerpos fusiformes con extremidades anteriores y posteriores modificadas en aletas. El origen de estos animales puede rastrearse hasta el Oligoceno (25 Ma), en donde aparecen los primeros pinnipedomorfos del registro fósil en el Ártico (como el género Enaliarctos), los que evolucionaron a partir de mamíferos carnívoros totalmente terrestres. A pesar de su gran edad, los primeros pinnípedos sudamericanos aparecen en estratos del Mioceno-Plioceno de Perú, Chile y Argentina, correspondiendo todos a fócidos, los que dominarían los océanos de América del Sur durante millones de años hasta que fueron relevados por diferentes formas de otaríidos durante el Pleistoceno, dando como resultado que estos últimos sean los más abundantes en la región actualmente. Fuentes: Valenzuela-Toro y Gutstein, 2015; Valenzuela-Toro et al., 2013.
Como se mencionó anteriormente, los fócidos cuentan con el registro más antiguo del clado en Chile, el que comienza en el Mioceno Superior (7.6 Ma) de Formación Bahía Inglesa (Región de Atacama), pues en las localidades denominadas Mina Fosforita y El Morro se ha reportado a los taxones de gran tamaño Acrophoca longirostris y Piscophoca pacifica, además de vestigios atribuidos a posibles nuevas especies de ambos géneros y un Monachinae indet., y para el mismo rango temporal se pueden añadir restos procedentes de Cerro Ballena que han sido asignados a Acrophoca sp. y a la pequeña Australophoca changorum. Un segundo ejemplar chileno identificado como Monachinae indet. fue descrito también para el Mioceno tardío - Plioceno de Isla Guafo (Región de Los Lagos), representando la ocurrencia fósil más austral de estos animales en el Océano Pacífico Sur y la primera del sur de nuestro país. Posteriormente, de nueva cuenta en Formación Bahía Inglesa, aparecen materiales de Phocidae indet. en la localidad de Los Negros, datados para el Plioceno Inferior (Zancleano), y de forma un poco más tardía (Plioceno Superior) se conocen osamentas con igual asignación en Formación Horcón (Región de Valparaíso), siendo estos últimos el registro pre Pleistoceno más joven de la familia en América del Sur. La última ocurrencia fósil de estos mamíferos marinos en el territorio nacional ha sido reportada para Formación Mejillones (Región de Antofagasta) y corresponde a un ejemplar del género Mirounga (elefante marino), que sería el más antiguo conocido en todo el Pacífico Sur, datando de hace 330,000 años (Pleistoceno Superior). Fuentes: Valenzuela-Toro y Gutstein, 2015; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2012; Valenzuela-Toro et al., 2016; Valenzuela-Toro et al., 2013; Benites-Palomino et al., 2022; Valenzuela-Toro et al., 2015; Valenzuela-Toro y Pyenson, 2022.
Llegado el Pleistoceno, los fócidos, que habían dominado el Pacífico Sur desde el Mioceno, comenzaron a ser relevados en dichas aguas por los otaríidos, que hacen su primera aparición temporal en Chile en rocas de unos 105,000 años ubicadas en los Estratos de Caldera (Formación Bahía Inglesa, Región de Atacama), en donde se han reportado materiales asignados a Otariidae Gen. et sp. indet. y Otaria cf. O. flavescens (el moderno león marino de un pelo). Además, un cráneo pleistoceno procedente de Coquimbo podría corresponder a una forma relacionada al género Arctophoca, sin embargo, dicho material fue extraviado y actualmente no se sabe nada de él, por lo que su verdadera asignación es desconocida. Por otro lado, diversos asentamientos humanos prehispánicos del Pleistoceno Superior - Holoceno contienen vestigios óseos de pinnípedos otarios (algunos de los cuales han sido atribuidos a O. flavescens), destacando varias localizadas en la provincia de Choapa (Región de Coquimbo) y en islas cercanas al Cabo de Hornos (Región de Magallanes). Fuentes: Valenzuela-Toro et al., 2013; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2015; Legoupil y Lira, 2017.
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