Formación Bahía Inglesa
Santuario de ballenas y otras bestias de la costa
La Formación Bahía Inglesa, ubicada en la comuna de Caldera, es uno de los sitios fosilíferos más importantes del país, pues contiene una de las unidades neógenas con mayor presencia de vertebrados marinos en Chile, los que vivieron en un rango de tiempo comprendido entre el Mioceno tardío y el Plioceno tardío (10-2 Ma). Desgraciadamente, el lugar ha sido víctima del tráfico ilegal de fósiles desde hace varias décadas, ya que, debido a la complicada situación económica de algunos de los habitantes de la comuna, era común vender estos vestigios del pasado a cambio de muy buenas sumas de dinero con las que los ciudadanos podían subsistir, hecho que culminó en la pérdida de cientos (tal vez miles) de fósiles que terminaron en colecciones privadas en el extranjero, sin que sepamos nada de ellos, aunque, afortunadamente, varios han podido ser recuperados, algunos de los cuales han resultado ser de importancia mundial (CMN, 2016; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2012; Breit, 2020).
Algunos de los fósiles más importantes que fueron traficados pertenecían a una de las mayores aves que han surcado los cielos de este planeta, se trata de Pelagornis chilensis, que fue uno de los miembros más grandes de la familia Pelagornithidae, que incluía diversas formas de antiguas aves extintas relacionadas a los anseriformes modernos, cuya principal característica, además de su colosal tamaño, eran los dientes falsos de sus picos, que en realidad eran prolongaciones óseas (Mayr y Rubilar-Rogers, 2010; MNHN, 2013). Los restos de este animal fueron llevados ilegalmente hacia Estados Unidos, donde se vendieron a un coleccionista alemán, sin embargo, por fortuna, su importancia no pasó desapercibida para el paleontólogo Gerald Mayr, quien tras ser invitado por el comprador para ver los huesos en su colección privada, realizó todas las gestiones para comprar y devolver los fósiles a Chile con el apoyo del Museo Senckenberg, logrando su cometido en el año 2009 (Rubilar-Rogers, 2010; MNHN, 2013).
Pelagornis es el género de pelagornítido que contiene a la especie de ave con la mayor envergadura conocida (P. sandersi), la que vivió en el hemisferio norte y alcanzó una estimación máxima superior a los 7 metros, aunque P. chilensis no se queda tan atrás, pues la longitud alar de este gigante de los cielos chilenos se encontraba entre los 5.25 m y 6.10 m, con lo que supera incluso a Argentavis magnificens, que es considerada el ave más pesada de todos lo tiempos, pero cuya envergadura era aproximadamente de unos 4-5 m según las estimaciones más recientes, de hecho, el húmero de P. chilensis mide 84 cm, mientras que el de A. magnificens presenta sólo 52 cm, como han hecho notar algunos paleontólogos (Ksepka, 2014; MNHN, 2014; Choi, 2014; Barreno, 2010). Pelagornis chilensis es el pelagornítido más completo del mundo, ya que se cuenta con el 70 % de su esqueleto, y representa uno de los casos más importantes de repatriación de nuestro patrimonio paleontológico (Rubilar-Rogers, 2010).
Otro de los fósiles populares del sitio, y que también han sufrido trafico desde hace décadas, son los dientes del gran Otodus (Carcharocles) megalodon, más conocido simplemente como Megalodón, que es el tiburón más grande que ha existido en los mares del mundo en todas la épocas, pues poseía un colosal tamaño estimado en unos 16 metros de largo, aunque algunos paleontólogos sugieren un poco más (Villafaña, 2021; Museo Paleontológico de Caldera, 2019; Cooper et al., 2020). Los restos óseos de este gran depredador son tan abundantes en Caldera que, durante años, extranjeros de múltiples nacionalidades (principalmente traficantes y coleccionistas) llegaban al lugar para comprarlos al por mayor, perdiéndose muchos de sus vestigios en el proceso (Breit, 2020, 13m10s).
Se han hallado más condrictios en Caldera, entre los que se encuentran taxones extintos globalmente como Parotodus sp. (probablemente P. benedenii), Galeocerdo aduncus, Cosmopolitodus hastalis y Paragaleus pulchellus, y también hay otros que desaparecieron de forma regional pero que aún habitan algunas zonas del planeta en la actualidad, como Brachaelurus sp., Carcharias sp., Dalatias sp., Isogomphodon sp., Odontaspis ferox, Pristiophorus sp., Dasyatis sp., Aetomylaeus sp., Aetobatus sp., Rhinoptera sp., Carcharhinus spp., Megachasma sp., Heterodontus sp., Sphyrna zigaena (tiburón martillo), Prionace glauca (varios ejemplares que representan el primer registro bien documentado de la especie en el hemisferio sur) y Carcharodon carcharias (tiburón blanco moderno), este último es de los más abundantes en el sitio y estudios recientes señalan que se trata mayoritariamente de adultos, lo que parece indicar que esta zona fue un área de alimentación. A todo lo anterior hay que sumar formas que todavía viven en el territorio nacional como Isurus oxyrinchus, Cetorhinus sp., Echinorhinus sp., Hexanchus sp., Notorynchus sp., Squatina sp., Raja sp., Myliobatis sp. y Callorhinchus sp. (Villafaña, 2021; Villafaña et al., 2020; Villafaña et al., 2022; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2012).
También destacan abundantes restos de cocodrilos longirrostrinos hallados en las localidades de "Las Arenas" y "Mina Fosforita", los que han sido asignados a Gavialoidea indet., aunque presentan similitudes morfológicas con otras especies sudamericanas de Formación Pisco (Perú). Estos reptiles, representados actualmente por géneros como Gavialis, se caracterizan por su cráneo alargado y angosto, y su ocurrencia en Formación Bahía Inglesa representa el registro fósil más tardío de crocodyliformes en Chile (Walsh y Suárez, 2005; Rubilar-Rogers y Suárez, 2007; Soto-Acuña et al., 2015; Museo Paleontológico de Caldera, 2019). Recientemente, Salas-Gismondi et al. (2022) han atribuido algunos de estos materiales a Piscogavialis (particularmente el espécimen SGO-PV-834), un enorme cocodrilo de hasta 7.76 m de largo, y de forma informal se ha revelado además la posible presencia del género Sacacosuchus (de unos 4.32 m de longitud) a partir de una porción de mandíbula (Salas-Gismondi, 2022).
Se han dado a conocer también vestigios de cetáceos integrados en Physeteroidea, destacando las familias Physeteriidae y Kogiidae, la primera de las cuales cuenta con un ejemplar referido como cf. Scaldicetus sp., además, algunas fuentes como Pyenson et al. (2011) revelan la existencia de enormes dientes en el sitio que tendrían 12 cm de diámetro y 36 cm de largo (medidas que duplican en tamaño a las mayores piezas dentarias pertenecientes a cachalotes actuales), los que fueron atribuidos a la especie Livyatan melvillei, conocida anteriormente para el Perú. Este enorme odontoceto alcanzó una longitud estimada de 17 metros y se cuenta entre los mayores depredadores de todos los tiempos, llegando probablemente a rivalizar y competir con el Megalodón, tiburón que convivió con él en aguas chilenas (Gutstein et al., 2015; Díaz-Sibaja, 2019, 4m54s; Lambert et al., 2010). Según testimonios de algunos paleontólogos que trabajaron en la Formación Bahía Inglesa durante años, las osamentas de Livyatan en Chile venían registrándose desde mucho antes que aparecieran los materiales peruanos con los que se describió a la especie, sin embargo, estos huesos chilenos fueron traficados ilegalmente y exportados del país, y no fue hasta 2011, un año después de la descripción de L. melvillei por parte de Lambert et al. (2010), que pudieron recuperarse algunos, siendo ahora asignados al taxón (Rubilar-Rogers, 2021, 53m55s; Pyenson et al., 2011; Salas-Gismondi, 2022).
Entre los animales más excéntricos de la formación se encuentra Odobenocetops, un odontoceto (emparentado con los delfines actuales) poseedor de dos colmillos que le daban un aspecto similar al de una morsa (de ahí su nombre que significa "ballena con cara de morsa"), uno de ellos bastante largo, de hasta un metro, y el otro más pequeño de tan sólo 30 cm (Pyenson et al., 2014; Museo Paleontológico de Caldera, 2019).
Otros fósiles que también han sido traficados, e incluso robados directamente del Parque Paleontológico Los Dedos, son los de la especie Pontoporia blainvillei, un delfín que aún puede encontrarse en otros países Sudamericanos como Argentina y Brasil, aunque en Chile se encuentra totalmente extinto. También hay constancia de especies de delfines actualmente extintos como Pontistes rectifrons, Pliopontos littoralis, Brachydelphis mazeasi y B. jahuayensis, además de otros ejemplares de estos géneros aún sin identificar a nivel de especie e individuos de las familia Phocoenidae y ziphioideos (Museo Paleontológico de Caldera, 2019; Gutstein et al., 2015).
En cuanto a los cetáceos integrados en Mysticeti, el registro en el sitio incluye individuos pertenecientes a Balaenopteriidae, Cetotheriidae, Balaenidae y Eschrichtiidae (siendo esta ultima considerada como una familia exclusiva del Atlántico y Pacífico Norte previo a su hallazgo en Chile), a los que se suman otros ejemplares que han podido ser asignados a Thalassotherii indet. y Mysticeti indet., sin una identificación más especifica. Todos estos materiales han sido hallados en diferentes locaciones dentro de la formación, siendo una de las más importantes Cerro Ballena, de donde provienen múltiples especímenes bastante completos, lo que ha llamado la atención de científicos de todo el mundo (Horwitz y Gutstein, 2014; Gutstein et al., 2015; Pyenson et al., 2014).
A la enorme colección de criaturas del sitio se suman las focas, que actualmente cuentan con al menos 19 especies diferentes repartidas por el mundo, perteneciendo las de Caldera a al menos tres tipos diferentes, entre las que encontramos al extinto género Acrophoca (incluyendo a la especie A. longirostris y una nueva especie aún sin bautizar), un ancestro de la actual foca leopardo encontrada previamente en Perú, y a las especies extintas Piscophoca pacifica y Hadrokirus martini, a lo que hay que agregar un nuevo morfotipo hallado más al sur (en la localidad de "Los Negros") que se encuentra en estudio (Pyenson et al., 2014; Museo Paleontológico de Caldera, 2019; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2012; Valenzuela-Toro et al., 2014; Valenzuela-Toro et al., 2024). Sumado a lo anterior, Valenzuela-Toro et al. (2014) mencionan también la presencia de un fócido de pequeño tamaño que presenta suficientes características diagnósticas para constituir un nuevo género y especie, y Valenzuela-Toro et al. (2024) confirman nuevamente la ocurrencia de una foca nunca antes registrada por la ciencia en la Formación Bahía Inglesa, aunque no se tiene claro si es la misma que reportaron una década antes.
Destaca además un diente del Mioceno tardío hallado en el sitio "Las Arenas" que ha sido asignado a la familia Dugongidae, siendo atribuido al género Nanosiren, y más específicamente a la especie N. sanchezi, debido a su tamaño y características morfológicas, representando el hallazgo más austral del taxón. Este sirenio era de dimensiones pequeñas y habitó en aguas cálidas poco profundas, lo que parece indicar que durante el Neógeno Tardío se desarrolló un mar con temperaturas más templadas que las actuales en este lugar, lo que posibilitó el desarrollo de algas y plantas marinas (Domning y Aguilera, 2008; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2012; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2015).
En el lugar hay también vestigios de por lo menos cinco especies (en dos o tres géneros) de pingüinos prehistóricos, entre los que destacan Spheniscus urbinai y Spheniscus megaramphus, dos parientes del moderno pingüino de Humboldt, aunque estas especies eran más grandes (hasta un 30% más) y poseían picos bastante largos, alcanzando el 60% de la longitud total del cráneo en el caso de S. megaramphus. También se sabe que en el sitio vivió el miembro más antiguo del género: Spheniscus muizoni (Rubilar-Rogers et al., 2017), y otras fuentes señalan la presencia de un ejemplar referido como cf. Palaeospheniscus sp. entre los fósiles (Acosta y Canto, 2005; Núñez, 2020). Sumado a lo anterior, Acosta-Hospitaleche y Soto-Acuña (2023) han revelado la existencia de restos pertenecientes a un pequeño individuo que contiene rasgos presentes en los géneros Spheniscus y Eudypula, que podría resultar ser un miembro basal del clado relacionado con ellos.
Así mismo se ha registrado al miembro más antiguo y septentrional del género Pygoscelis, que incluye a los modernos pingüinos antárticos, pingüinos de Adelia y Papúa, se trata de P. calderensis, que presentaba un tamaño y comportamiento similar al de sus parientes modernos; también se tiene constancia de la especie P. grandis en la formación, que es uno de los miembros más grandes del género, llegando a tamaños comparables a los Aptenodytes como el Pingüino Rey y el Emperador. Se han hallado más huesos de pingüinos, pero estos aún no tienen una clasificación apropiada, aunque ya se sabe que algunos pertenecen a individuos indeterminados de los géneros Spheniscus y Pygoscelis (Rubilar-Rogers et al., 2017; Suárez y Rubilar-Rogers, 2008).
Otros restos de aves fósiles incluyen Piqueros (de los géneros Sula y posiblemente Morus), dos formas indeterminadas de Cormoranes (Phalacrocoracidae) y una gran variedad de géneros de proceláridos y otros procellariiformes (Diomedeidae indet., cf. Diomedea, aff. Thalassarche?, Pachyptila sp.) (Rubilar-Rogers et al., 2017; Núñez, 2020). Alarcón-Muñoz et al. (2018) agrega además a las familias Phoenicopteridae y Laridae para el sitio.
El sitio cuenta además con perezosos fósiles del género Thalassocnus, que cuenta con al menos 6 ejemplares reportados en tres localidades diferentes de la Formación Bahía Inglesa, siendo estas Cerro Ballena, Arenas de Caldera y Miembro Mina Fosforita, las que en conjunto abarcan entre 8.4 y 7 millones de años atrás. Si bien se requieren más estudios para determinar con seguridad a qué especies pertenecen los vestigios mencionados, se sabe que los restos provenientes de la primera locación podrían pertenecer a T. antiquus o T. natans, mientras que los desenterrados en la segunda parecen tener similitudes morfológicas con T. natans y T. littoralis, por otro lado, de la tercera localidad se conocen dos especímenes con una gran afinidad con T. natans. A diferencia de otros miembros de su familia, estos taxones poseían una vida semiacuática, pues se encontraban adaptados para buscar comida en aguas costeras de diferentes profundidades (Peralta-Prato y Solórzano, 2019; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2012; Pyenson et al., 2014; Museo Paleontológico de Caldera, 2019; Valenzuela-Toro y Gutstein, 2015). De forma informal se han revelado además vestigios craneales que podrían corresponder a una nueva especie del género (Salas-Gismondi, 2022).
Una pista interesante respecto a las características del sitio hace unos 11 millones de años lo proporcionan los fósiles de miembros de la familia Istiophoridae, más conocidos como peces vela, pues estas criaturas en la actualidad suelen vivir en zonas de aguas cálidas, lo que parece indicar que las áreas costeras chilenas del Mioceno y Plioceno presentaban este aspecto (Museo Paleontológico de Caldera, 2019).
Recientemente se ha publicado también para la Formación Bahía Inglesa al macrauquénido Micrauchenia saladensis, una nueva especie local que ha resultado ser toda una novedad para el sitio, pues es uno de los pocos animales totalmente terrestres encontrados en el área, siendo además el miembro más pequeño conocido para la subfamilia Macraucheniinae, con unos 53-103 Kg de masa corporal, y el último litopterno conocido temporalmente para el Neógeno chileno, ya que la unidad de la que proviene (localizada en Quebrada Remolón) está datada en unos 8-6 Ma (Tortoniano-Mesiniano) (Püschel et al., 2023).
Finalmente sólo queda mencionar diferentes fósiles de peces elasmobranquios hallados a lo largo de la formación, que dan cuenta de la enorme diversidad de los mismos en la zona durante el Neógeno (Suárez y Marquardt, 2003).
Referencias:
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